TW

Tener el gobierno en vilo desde que se celebraron las elecciones generales está dando mucho de sí. Pocas veces se ha puesto tanto la lupa sobre los parlamentarios en Cortes y se han hecho tantas cuentas para recomponer el puzzle que salió de las urnas. Por eso algunas componendas -que ni siquiera son nuevas de esta legislatura-, legales y avaladas por el reglamento de las cámaras, en las condiciones actuales y con las tensiones territoriales existentes, laceran de una forma especial.

Me refiero al último cambalache en la Cámara Alta, la cesión de senadores del PSOE a Esquerra Republicana y Democràcia i Llibertat, para que puedan formar grupo parlamentario propio. Dan asiento a los independentistas y al mismo tiempo dicen tener una línea roja, que es el 'no' al referéndum de autodeterminación. ¿Qué opinarán del intercambio de cromos los que han votado al socialista que comparta grupo con los catalanes?

Noticias relacionadas

El PP saca tajada de esa generosidad de Sánchez (que sigue esquivando las preguntas de los periodistas sobre el tema) pero también interpreta con flexibilidad el reglamento cuando le conviene. Todo va en función de los apoyos que se tengan que lograr, llegar al poder o desbancar de él al adversario, los electores no cuentan. ¡Qué lejos les queda ya a algunos la campaña!

Tal vez estemos demasiado sensibles, tal vez nunca nos habíamos fijado tanto en lo que sucedía después de depositar nuestro voto o quizás sea que hay momentos oportunos para todo, y este no es el mejor para trapichear con escaños, ni por los socialistas ni por los populares ni por nadie. Es difícilmente comprensible, genera desilusión, desapego, llámenlo como quieran, pero al final se resume en algo mucho más sencillo, parece una tomadura de pelo a los ciudadanos, porque al final el voto es moneda de cambio. Y dentro de cuatro años alguien volverá con la cantinela de que lo más importante es la participación, aquello de la fiesta de la democracia.