Está la cosa tan repartida que no es fácil saber quién manda. Triunfa el poder difuso, radical, asambleario, donde las vituperadas mayorías absolutas han dado paso a unas minorías muy, pero que muy variadas. Hasta que se forma un nuevo gobierno pueden pasar meses. La situación es tan enrevesada que solo se arregla pactando. Si el acuerdo es imposible: un, dos, tres… a votar otra vez. Es casi un voto de castigo" porque antes hacía ilusión depositar la papeleta y ejercer la democracia, pero a estas alturas el electorado empieza a estar un poco harto de tanto derecho a decidir.
Tras votar hay que interpretar quien ha ganado (no siempre el que tiene más votos) y alcanzar los acuerdos mínimos entre partidos o programas diferentes para aplicar una política común. No sabemos si se comparte un proyecto o un trayecto. Ceder es la clave para mantenerse en el poder. Dialogar desde la intolerancia o solo el propio interés no es lo deseable. Pero soplan aires de revancha y acción directa, esos rasgos tan característicos del hombre masa… la miseria intelectual genera violencia física o verbal, que no resuelve los problemas sino que los agrava y agudiza todavía más.
Tengo que contestar tres correos, ¡uy! un whatsapp… ja, ja… lo reenvío. ¡Mira!, diez solicitudes de amistad, voy a colgar este vídeo en el Facebook,... otro tuit, lo retuiteo y sigo navegando… Red social, realidad virtual, crisis global… todo muy provisional.