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Soy consciente de que defender esta opinión es nadar contracorriente, que me lloverán las críticas de todos aquellos que van de grandes hombres capaces de hacer mil cosas a la vez, que mi discurso será menospreciado por los empresarios carcas y retrógrados de los que aún quedan en este país, me mirarán con recelo todos los agenditas repletas que van mirando el móvil como el conejo de «Alicia en el país de las maravillas» mira su reloj, pero si no lo digo reviento, el trabajo no dignifica, que nadie se equivoque queridos lectores, lo que dignifica es el dinero.

De hecho hoy en día tenemos trabajos que humillan más que dignifican. El trabajo no es salud, si algo fuera bueno para la salud no te pagarían por hacerlo. Dios pasa de los que madrugan. El esfuerzo no siempre, rara vez, casi nunca tiene recompensa. Las multitareas aumentan el riesgo de padecer un millón y medio de enfermedades. Los adictos al trabajo tienen un problema, no se les debería encumbrar socialmente. Somos un país de calienta sillas pero que produce más bien poco. Cuando dejarán algunos empresarios de explotar a sus currantes y entrarán en el siglo XXI entendiendo que el principal activo de una empresa es su plantilla. No hacer nada es necesario, No hacer nada es vital. El descanso es imprescindible. Estamos corriendo como pollos sin cabeza y el cerebro ya no puede más. Como nos explote el córtex prefrontal vamos acabar todos de tertulianos en algún programa de Telecinco, avisados estamos.

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Por lo tanto no sigamos nunca el ejemplo de Filomena Rotundo, una entrañable abuela que vive en la ciudad de Buffalo, Estados Unidos, y se ha hecho famosa porque a sus 102 años sigue trabajando en la tintorería donde lleva toda la vida. El caso de Filomena es muy peligroso, como se entere este gobierno de que se puede trabajar hasta los 100 años van a retrasar la edad de jubilación hasta los 95 y van a exigir más de 80 años cotizados para que nos quede una pensión de unos 400 euros mes, eso sí, con un viajecito al año a Benidorm a bailar los pajaritos que es muy bueno para la cadera, y la cadera debe aguantar muchos años porque al ritmo de desguace de la seguridad social solo se van a poder cambiar las caderas los que tengan pasta para pagarse la prótesis. Aunque igual se le ocurre a los lumbreras de la tele crear un concurso que se llame «Gane su cadera» que consistirá en una serie de pruebas de agilidad y memoria muy humillantes del tipo carreras con andadores, salto de longitud con muletas, baile de tango extremo en pareja, para darle una cadera nueva al ganador, mejor no les demos ideas.

Si alguien duda de la gran importancia que tiene para la vida el no hacer nada , que le eche un vistazo al libro «El arte y la ciencia de no hacer nada», escrito por el investigador estadounidense Andrew J. Smart, que demuestra científicamente como el cerebro permanece activo cuando se supone que está en reposo, cuando se supone que no hacemos nada es cuando realmente nuestro cerebro trabaja de manera más intensa en procesos creativos, y no cuando está agobiado por los miles de estímulos de la vida cotidiana. De ahí viene que a Newton formulara la ley de la gravedad mientras descansaba en su jardín y no mientras se estresaba en su despacho. Cada cual que vaya a su ritmo, pero yo me apunto a la lista de los que quieren que las manzanas caigan en sus cabezas, y no en la de los adictos a la jalea real que después acaban en el Orfidal, aquí lo dejo.

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