Vía libre
Un último rayo de sol
El próximo domingo de madrugada tendremos de nuevo el horario de invierno. Y a pesar del rigor de las temperaturas veraniegas, el simple anuncio del cambio de hora para entrar en esos días más cortos y oscuros lleva implícita cierta melancolía. Justificando la medida en el ahorro energético, cada seis meses se nos plantea la misma duda ante el reloj, ¿se atrasa o se adelanta? ¿y esto, además de alterar nuestros ritmos vitales, servirá para algo? La primera duda se resuelve con cierta alegría para noctámbulos y aficionados a dormir, porque a las tres de la madrugada serán las dos, y ganamos una horita, que nunca va mal. La segunda cuestión ya es más complicada, porque la luz solar que ganamos al comenzar el día se nos arrebata cruelmente por la tarde y muchos nos preguntamos dónde está el ahorro en iluminación artificial que motivó este trasiego de horas, allá por 1974 con la primera crisis del petróleo.
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