Somos muy dados a celebrar cosas. Si no tenemos bastantes fiestas, las importamos: Halloween, Oktoberfest (donde la cerveza se nos sube a la cabeza), etc... Afortunadamente, no todo tienen que ser lamentaciones. Los pueblos se juntan para los entierros y para las bodas; para las protestas y para ir al fútbol; para reír y para llorar. Muy pocos celebran la Champions en la intimidad. Cuanta más gente participa, mejor. Una alegría no compartida, nos parece un poco rara y sospechosa (y éste, ¿de qué se ríe?). Las efemérides rompen con la inveterada costumbre de ir cada uno por su lado. Antes, las sociedades eran más homogéneas y se mostraban cohesionadas, para bien o para mal, a la hora de celebrar algo. La aglomeración nos da la fuerza. En la diversidad y la pluralidad, lo que para uno es importante, para otro puede ser molesto o innecesario. Cuando una celebración es reciente, aumenta la intensidad colectiva y todo el mundo le encuentra sentido con emoción contagiosa.
Sin flash
Fiesta y contenido
11/10/15 0:00
También en Opinión
- Un excursionista belga aparece muerto en el Camí de Cavalls
- Detenida madre e hija por agresión y daños a otra mujer en un bar de Ciutadella
- EN DIRECTO | Sorteo de la Lotería de Navidad 2024
- Ciutadella abrirá a las visitas el túnel de la Guerra Civil que conecta la Catedral con la Plaça Nova
- Que ya no sea solo que los depósitos soterrados para el reciclaje...