Con lo largas que se hacen las tardes de lluvia y todavía hay algunos que anhelan la inmortalidad. Dicen que la búsqueda permanente de una vida sin fin es intrínseca al ser humano. Para algunas personas llegar a final de mes, incluso al final de cada día, les resulta toda una proeza por lo difícil que es, por lo cuesta arriba que se pone, para otras en cambio ochenta años no son nada.
Los que están empeñados en buscar el secreto de la inmortalidad están de enhorabuena, los datos les sonríen, la esperanza de vida de las personas ha aumentado más durante el último siglo que en los dos mil años anteriores. En España entre 1992 y 2013, la esperanza de vida de los hombres ha pasado de 73,9 a 80 años y la de las mujeres de 81,2 a 85,6 años. Es decir, en apenas 20 años vivimos unos cinco años más. Los más visionarios dicen que en pocas décadas la esperanza de vida se puede multiplicar por cuatro, vamos, que lo de Matusalén no tendrá ya ningún mérito.
En Silicon Valley, que como ustedes saben queridos lectores es ese sitio donde adolescentes con granos tuvieron una idea, la colgaron en Internet y en apenas unas horas se hicieron millonarios, hay un grupito de pioneros que no se conforma con la longevidad, buscan sencillamente la inmortalidad. Tenemos a Peter Thiel, fundador de PayPal, que afirmó «hay tres maneras de enfrentarse a la muerte: aceptarla, negarla o luchar contra ella». Peter ha decidido usar su gran fortuna, unos 2.200 millones de dólares, en biotecnología para intentar vencer a la muerte, afirma que si todo falla tiene plan B, hará congelar su cuerpo al estilo Walt Disney, criogenizados hasta el infinito y más allá.
Peter no está solo, le acompañan otros mil millonarios personajes como Larry Ellison, fundador de Oracle, o Bill Maris de Google, por citar solo dos más. Este grupito está metiendo pasta gansa en nanotecnología, en inteligencia artificial, en estudios genéticos, en busca del humano 2.0, en busca del humano inmortal. Flipa y flipa, que se gasten todos esos billete en la búsqueda de vivir para siempre, en lugar de hacer que la mayoría viva un poquito mejor, o por lo menos atenúe su sufrimiento, aunque sean solo 80 miserables años, eso en el llamado primer mundo porque en países como Sierra Leona la esperanza de vida está en apenas 30 años. Pero África está muy lejos de Silicon Valley y la Geografía nunca ha sido el fuerte del sistema educativo americano, recuerden que nosotros tenemos en las aulas un mapamundi, y ellos tienen el mapa de EEUU. Sufren más por el rendimiento de su módem, que por la vida de millones de pobres.
Lo que más preocupa de todos estos datos, es que los avispados miembros del Gobierno los aprovecharán para alargar la edad de jubilación hasta los 100 años, para empezar claro. Y estoy seguro de que si algunos de los lumbreras que investiga sobre este tema encuentra la fuente de la eterna juventud, enseguida la privatizará y la venderá por una pasta en botellitas de 33 cl.
Sé que puede parecer más desconcertante que Matías Prats repitiendo por enésima vez ese «perdona que insista» tan escalofriante, pero a mí me da mucha pereza eso de vivir para siempre, creo que a partir del siglo, por fiarlo largo, todo empieza a repetirse un poco, y ya no aguantaría ni una campaña electoral más, ni un nuevo Gran Hermano, ni otro Madrid-Barça, ni otra película de Torrente, ni otro fracaso en Eurovisión, ni la llegada de más mosquitos tigres. Todo tiene un límite, o tal vez no.
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