Cuando «The New York Times» califica a Menorca de «antídoto de Ibiza» y Forbes Life -el suplemento de estilo de vida de esta revista especializada en negocios y finanzas- da cinco razones para visitar la Isla, debemos preguntarnos por qué.
Menorca ha siempre más valorada fuera que por los propios menorquines.
Han de ser otras miradas y otras voces que nos hagan reflexionar sobre las capacidades, las oportunidades y las excelencias de este enclave en el centro del Mediterráneo occidental que fue creado por Dios a la medida del hombre.
Naturaleza, playas, patrimonio arqueológico, siglos de historia, huellas de muchas culturas, gastronomía de sabores y contrastes, la artesanía de las avarques, y culta tradición musical. Todo esto ofrece Menorca, tanto al residente como al visitante. Todo al alcance de la mano para descubrirlo y disfrutarlo. Somos la isla menos conocida de las Balears, lo que constituye una ventaja, pero advierte Juyoung Seo en «Forbes»: «Menorca está despertando lentamente de su largo letargo para competir con sus islas hermanas de Mallorca e Ibiza». Durante siglos hemos vivido de espaldas, sin conocernos, y pocos hechos nos vinculan, pero hoy somos destinos competidores.
La ascendacy y el sello anglosajón de Maó, el carácter señorial y levítico de Ciutadella, las personalidades que practican aquí el ver sin ser vistos;el desapego de los menorquines al turismo de masas;los chefs Paco Morales en Torralbenc y Felip Llufriu en Mon; Can Faustino, Cas Consol, Sa Llagosta y Ses Forquilles son propuestas culinarias imprescindibles. Vinos tan extraordinarios como los de Binitord, Binifadet, Iamontanum en Sa Marjaleta;los atardeceres incandescentes que incendian el horizonte y el ritmo tranquilo de esta isla que navega sobre el mar nos han sumido en un plácido letargo del que ya va siendo hora que salgamos.
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