Paso junto al molino de viento (o gigante) que hay a la entrada de Es Castell y me dirijo al hotel con espectaculares vistas a la bahía en el que tendrá lugar un interesante debate. El tema anunciado: el impacto de la digitalización en el mercado laboral o la relación de Internet con la destrucción de empleo. Aparco la lectura del famoso libro «Guinnes de los récords» y acudo a la cita con la esperanza de ver algo de luz en medio del estado confuso/caótico en el que nos hallamos inmersos. Bueno, no todos. Algunos lo tienen muy claro.
Es un placer escuchar a personas cultas, inteligentes y especialistas en su campo. Expertos que analizan, desde diferentes puntos de vista, la nueva realidad digital y nos advierten de sus amenazas o peligros. Cuando inventamos algo, deberíamos prever también sus consecuencias. Tanto las positivas como las negativas. El constructor del primer automóvil no pudo imaginar las miles de muertes que iba a ocasionar el artilugio o cómo iban a cambiar las ciudades, las costumbres, los paisajes y también, por qué no decirlo, la inmensa e inesperada riqueza que su creciente demanda les iba a reportar a unos cuantos. Lo cierto es que nadie puede prever lo que va a pasar y necesitamos formación permanente para afrontarlo. Preguntaba el filósofo: ¿Quién manda en el mundo? Nos llevaríamos más de una sorpresa...
Me doy cuenta de que todo ha cambiado y nada volverá a ser como antes. Incluyéndome a mí.