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Siento agradecimiento y admiración hacia los oftalmólogos que conozco. Recuperar la vista es lo más parecido a un milagro que podemos experimentar. Todos los sentidos son increíbles y necesarios, pero ya lo dice la popular expresión con que mostramos sorpresa e incredulidad ante un hecho inesperado: vivir para ver.

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Si observamos lo que ocurre es porque estamos vivos, atentos, interesados en aquello que sucede a nuestro alrededor. A veces no damos crédito a lo que vemos. Y más hoy en día, que ya podemos esperar cualquier cosa. La gente no se cree nada y se lo cree todo. Ante las visiones nuevas, el cerebro se pone a trabajar para asimilar lo que captamos y dotarlo de un significado plausible, incluso tomándolo prestado de los que nos ofrece la sociedad controladora en que vivimos. También hay cosas que nos alegran la vista y en verano suelen multiplicarse. La vista es la madre de la concupiscencia y el deseo. Pero no nos desviemos… Ver para creer. Ante la ingente palabrería que nos envuelve, lo que importa son los hechos: por sus obras (públicas) los conoceréis. Prometer o criticar es más fácil que decidir o gobernar. Cuando uno cree que ya lo había visto todo, zas, se descubre algún asunto turbio que nadie podía imaginar. Vemos lo que queremos ver. Y si no lo creo, no lo veo.

Lo he visto con mis propios ojos, exclamamos. Ahora vemos muchas cosas a través de una pantalla, que no es lo mismo. Vemos con ojos prestados.