El mejor remedio contra la ola de calor es la ola de playa. Estos días veraniegos y mediterráneos son parecidos a una travesía del desierto. Buscamos un oasis como si fuésemos una recua de camellos. Lo normal es estar sediento y sudar la gota gorda.
Bebemos agua fresca (o algo que se le parezca) para reponer la poca energía que nos queda. Los movimientos se ralentizan, así que dejamos las cosas para mañana o pasado y casi todo a medio hacer. Lo urgente desaparece. Las soluciones se aplazan. Por favor, que corra el aire y afloje la sensación de agobio que nos lleva a buscar la sombra, la brisa y la bebida con que mitigar este calor infernal (opuesto a frío invernal) que nos acosa. Todo lo fresco tiene demanda. Las cosas se van poniendo más y más calientes, hasta llegar al punto de ebullición. Vigilemos la temperatura. Hay golpes de calor y otras cosas chungas, si no nos protegemos de tanta radiación solar.
2 Si no funciona el termostato, podemos achicharrarnos. Dicen que la culpa es del cambio climático. No todos los cambios son para mejor. Pero es muy difícil que las cosas no cambien. Cuesta horrores mantenerlas si funcionan o arreglarlas si se estropean. Tanto calor hace ver la realidad de manera pesimista, escéptica, algo apática. A no ser que estés en el agua chapoteando o haciéndote el muerto. Entonces te olvidas de los problemas y las tragedias actuales y de arreglar el mundo. Solo intentas mantenerte a flote.