A mi me bastan cinco palabras para que se me erice la piel y se me dispare la adrenalina. «Un senyor damunt un ruc». Hoy te escribo desde Jersey, una isla perdida estratégicamente como lo está Menorca entre Francia e Inglaterra y que ha acogido los Island Games, una suerte de juegos olímpicos entre 23 islas y Gibraltar y que permite a un nutrido grupo de deportistas y de técnicos amateurs –en esta edición han llegado hasta los 3.000- sentirse como si fueran atletas saboreando la miel del Olimpo. Y que también sirven para desembolsar en el que los organiza un pastizal, para qué negarlo.
Llevamos seis días en la expedición y hemos creado una especie de familia donde todos o casi todos nos conocemos, hemos intercambiado opiniones, hemos echado de menos Menorca y, como te decía, nos hemos emocionado entonando «Un senyor damunt un ruc» cuando alguno de los nuestros se colgaba el oro. Es una experiencia que llena y que es difícil de explicar sin que se haya vivido. Ya me pasó en Wight en 2011 y me ha vuelto a pasar. Mi sentimiento menorquinista se hace más fuerte viviendo cosas como estas. Y no lo digo por las medallas.
IGA es un proyecto tan bonito que lo más fácil es criticarlo y atacarlo cuando no se conoce desde dentro. Habrá, estoy seguro, quién se piense que los que nos hemos ido una semana a competir o a trabajar, en realidad hemos estado en un resort de cinco estrellas a gastos pagados donde los combinados llevan un nombre exótico y te los sirven en copa de oro mientras degustas caviar acompañado del champagne más caro.
IGA sirve para que cualquier deportista de cualquier nivel se marque, si quiere, el objetivo de luchar por una plaza durante dos años. De enfocar su entrenamiento y su lucha diaria hacia allí y estar dispuesto a hacer sacrificios que le hagan crecer como persona. Pienso, por ejemplo, en el baloncesto femenino, ganadoras de una plata. A lo largo del año apenas cuentan con un breve en la sección de deportes, con una liga en la que están hartas de cruzarse las mismas cada dos por tres y ahora ocupan un lugar destacado aunque no con el resultado que querrían ni el que se merecen. Ese lugar no se lo han ganado colgándose una medalla ayer, se lo empezaron a ganar hace dos años cuando empezó la fase de selección o cuando decidieron seguir entrenando cuando lo más fácil habría sido arrojar la toalla.
Cada mañana a las 7 nos hemos levantado para encarar una rutina que se ha prolongado hasta las 22 o las 23 en algunos casos, y de vacaciones esta experiencia ha tenido solamente la cerveza del último día. Hay que ir con cuidado porque las buenas ideas se pueden perder cuando las tiñe la ignorancia. O la envidia, que es peor.
dgelabertpetrus@gmail.com