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Parece increíble que todo el mundo necesite ser aceptado. Hasta en el whatsapp, facebook, instagram, si no parece que no estás dentro del círculo, como dijo Robert de Niro en la película «Los padres de ella». Pero lo más curioso, lo digo desde la observación, es que si no te acepta un bebé de 10 meses estás como frustrado. E insistes e insistes hasta que por lo menos te lance una sonrisa, los brazos,... Los bebés tiene su proceso. Y los adultos erre que erre. El hecho de que un bebé no te acepte para algunas personas debe ser algo horrible porque mira que insisten. Y si no es un día pues al día siguiente vuelven a la carga.

Lo mismo pasa cuando vas a conocer a tu ídolo, famoso o escritor. El martes firmaba libro Albert Espinosa, «El Mundo Azul ama tu caos». Una larga fila, la mayoría adolescentes, esperaba y guardaba cola con mucha ilusión. Maravillada porque tantos jóvenes leyeran esa literatura tan comprometida y filosófica con un toque de humor negro. La mayoría de sexo femenino, y algún hombre por libre o acompañando a su mujer. Buscan la complicidad del escritor, un enlace con sus emociones. Y a veces es difícil, quizás por las circunstancias que esté pasando la persona que firma. Sea como sea, todos buscamos de una manera u otra, más directa o indirecta, ser aceptados. Después ocurre el efecto inverso, que no quieres ser aceptado por nadie. El porcentaje es menor pero también deseas no ser aceptado según por quién o qué. Además desearías no tener móvil, y pasar de vez en cuando desapercibido. ¡Ser una lámpara! Todos esos correos que te mandan los anunciantes que recibes en tu buzón con las últimas novedades, buscas cómo desentenderte de esa información pidiendo la baja. Al pesado de turno de facebook lo quitas, ya sin remordimientos, del grupo de amistades, por demasiado místico o insistente o porque ya no va contigo su rollo. Hasta llegas a sortear calles por no cruzarte al amigo o amiga, o silbar al cielo a ver si así no te ve.

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Es curioso jugar a que te acepten o no. Y en verano esta circunstancia es una constante. Porque deseas estar invitado en todas las fiestas, y en otras pones todas las excusas de mundo hasta las más absurdas, «¡tengo que bañar al perro mañana, y el pobre no me ve desde hace días así que le tengo que hacer compañía!». Y también es curioso como llegamos a creernos muchas d de las excuersas que damos o que nos dan y las comentamos con nuestras parejas. Qué simple y al mismo tiempo tan complejo el cerebro humano. Parece que nos gusta la eterna contradicción.

@sernaariadna