Me hablaba un amigo de cómo puede cambiar la vida en cuestión de segundos, de forma imprevista y radical, a raíz de un accidente. La realidad nos sacude a veces con algún suceso inesperado, fortuito, sea alegre o luctuoso, que trastoca nuestros planes y modifica bruscamente el curso sosegado de la existencia. Nos puede pasar a todos. Adiós a la rutina y bienvenida a lo desconocido, a lo que todavía está por descubrir. Reaccionar a lo imprevisto nos obliga a definirnos, a dar lo mejor de nosotros mismos. Nos pone a prueba cuando los esquemas previos ya no sirven y necesitamos construir unos nuevos para salir del paso.
Leer la realidad requiere saber entender el mensaje que nos llega a través de lo que pasa. Si no acertamos en la interpretación, podemos tomar la dirección equivocada... y llegar muy lejos en esa dirección. Cuando se está hablando de pactos para gobernar, se dice que las urnas han hablado y cada uno interpreta a su manera la tan manida «voluntad popular». Solo el paso del tiempo dirá si hemos interpretado correctamente esa voluntad, expresada en un porcentaje de votos. Hay que traducir la cantidad a calidad y la política tiene mucho de ensayo y error.
Si no ponemos el interés general y la honradez por encima de intrigas partidistas, nada habrá cambiado. Retoques cosméticos para seguir entreteniendo a la gente con películas de buenos y malos. Y lo que tanto hemos criticado, va a seguir igual o peor.