Pero qué rápido pasa el tiempo. Parece que era ayer cuando todos clamábamos y exigíamos medidas para mejorar y, dicen, «recuperar» Sant Joan tras los tristes acontecimientos de hace solo 365 días. Nos mostrábamos, por entonces, convencidos de que debíamos -ciudadanos y mandamases- dar con la tecla exacta para frenar esa especie de «Todo vale» en el que se ha convertido una de las mejores fiestas de la Isla. Por un momento, vista la gravedad del asunto, te reconozco amigo lector que llegué a creerme que haríamos algo, que encontraríamos una solución que beneficiase a todos o que como mínimo no le costara la vida a nadie más. Pobre infeliz.
Ya sé que sigo siendo un maonès que no en té ni punyetera idea, pero como menorquín que disfruta celebrando los actos que acompañan estos días tan especiales, me gustaría lanzar una opinión, una sugerencia o como tengan a bien llamarlo.
Mientras unos y otros se empeñan en redactar un plan de actuación que defina qué hacer en cada momento, ¿por qué no toman la iniciativa los ciutadellencs? Por ejemplo. Yo sé qué me gusta y qué no me gusta que hagan. Desde el respeto y las buenas maneras, ¿por qué no le puede decir una persona a otra «escucha, te has pasado bebiendo y por tú seguridad y, lo más importante, por la mía, no deberías acceder a Es Pla»? Ya sé que nadie tiene autoridad para mandar qué hacer a una u otra persona, igual que nadie tiene potestad para ir jugando con la integridad de aquellos que les rodean. Si alguien quiere ir a Sant Joan y cocerse hasta las orejas o establecer un nuevo récord del mundo de gins amb llimonada, que lo haga, es su problema. Pero luego que no quiera ser el primero en coger un trozo de carota en Es Pla como si le fuera la vida en ello.
Sé que suena utópico y que si se da esta situación es probable que al increpado se le suba todo lo que se ha bebido al lugar donde debería estar la educación, acabe comportándose como un hombre de cromañón y le estropee la fiesta a alguno.
Pero creo firmemente que el pueblo de Ciutadella y sus habitantes tiene en sus manos la posibilidad de decir «no» a los excesos, de plantarse ante lo que no considere que forma parte de sus fiestas. Estos días ya lo han hecho a través de un polémico anuncio que ha ido circulando por Internet que ofrece trayectos desde Mallorca a un precio que ningún político ha conseguido. Ciutadella no quiere «todo vale», no quiere abusos, no quiere intoxicaciones etílicas, no quiere nada que no se ciña al mejor guión jamás escrito: disfrutar de un Sant Joan de dalt de tot.
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