En todas las elecciones de este año electoral confluirá un hecho común: las otrora fuerzas políticas, reiteradamente aglutinadoras de la confianza del votante, se han disgregado atacadas por el virus letal en democracia de la desconfianza en el político. Algo que los políticos se han trabajado a fondo. Un virus que se ha forjado en el caldo de cultivo de la corrupción, la capacidad de mentir de algunos políticos en beneficio partidista o lo que es peor, el beneficio propio, y la escasa capacidad correctora de esos fenómenos. La poca capacidad administrativa para adecuar con mesura y equidad los recursos de un país que, como el nuestro, no anda sobrado de los mismos. Fuere así o de otra naturaleza, lo cierto es que la degradación de la homogeneidad partidista es más que notable. Ahora nos espera ver si donde eran uno o dos los que mandaban y no se aclaraban, si siendo cuatro o cinco los que tendrán algo que decir para el mismo caso y en el mismo sitio, cómo van a cuadrar las cuentas. Me viene a mí a la memoria que en el paraíso eran dos: Adán y Eva, y la cosa no salió bien porque hay que ver la que liaron por una manzana. No te digo pues nada siendo lo mejor de cada casa agavillados en torno a millones de euros tentadores. Si Adán se dejó comer el coco él solito por una manzana, cómo no van a pecar los demás.
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¿Sabemos el alcance del poder que otorgamos en las urnas?
15/05/15 0:00
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