Recuerdo a cierto risueño profesor que, como suele ocurrir normalmente, el primer día de curso recibía a sus alumnos explicándoles con detalle cómo iba a desarrollar el programa de su asignatura y en qué consistirían las clases. Al llegar al peliagudo tema de los exámenes afirmaba que no se lo iban a jugar todo a una sola prueba, sino que los pequeños controles diarios sobre lo explicado el día anterior también iban a contar. Era entonces cuando cogía una sillita de las que sobraban detrás de los pupitres y la ponía junto a la tarima o la mesa del profesor y decía: «Voy a colocar una silla entre ustedes y yo y esta será la silla eléctrica». Se refería a que todos los días iba a sentar a un par de alumnos en la sillita de marras para preguntarles la lección.
Les coses senzilles
La silla eléctrica
13/04/15 0:00
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