No sé si os enteráis. Aquí el problema no es que fueran catalanes, alemanes, franceses o de donde os salga de las narices. El problema es que eran personas. Había padres, madres, hijos, hermanos, primos… Había personas. 150, en concreto, incluido el célebre copiloto y, según dicen, autor de la masacre. Seres humanos, en fin. Mientras la noticia se confirmaba y un escalofrío nos recorría el cuerpo, en mitad de la desesperación, un grupo de individuos se lamentaba por las redes sociales de que culpa de esta noticia no podían ver su programa de televisión favorito, y otros se alegraban de: «No hay que hacer un drama, en el avión iban catalanes, no personas», entre otras perlas.
Pero qué facilidad tenemos como raza para superarnos en los peores momentos. Cuando parece que no podemos ser más miserables surge una minoría y demuestra cuán equivocados estábamos. Una minoría que nos recuerda, como si de una gélida bofetada imprevista se tratase, que en algún momento nos equivocamos de camino y que no podemos relajarnos.
Entiendo que lo fácil sea maldecir al copiloto y su decisión de acabar con todo por la vía rápida y llevándose con él a 149 vidas sesgadas de forma cruel, sin avisar y aprovechándose de una posición privilegiada después de que todos ellos le depositaran su confianza. Pero no por ello debemos pasar por alto que un grupo de personas no solo se sienten indiferentes ante la tragedia sino que además la celebran haciendo hincapié, algunos, en el origen de las víctimas y otros, los más catetos, en que el informativo especial les impide consumir la escoria de su programa favorito. Hablo de Hombres, Mujeres y Viceversa, el apéndice más inservible, con diferencia, de todos los contenidos televisivos.
Es esa insensibilidad, esa falta de empatía sazonada con la voluntad de desearle lo peor a aquellos que ya no pueden hacer nada lo que me preocupa. Porque alguien que no siente ni una pizca de dolor ante una tragedia de esta magnitud, sea en el lugar que sea, es alguien que no estima la vida, que no valora la existencia. Alguien insensible que no me cabe la menor duda que tiene problemas para definir lo que está bien y lo que está mal en esta sociedad. Alguien que a lo mejor golpea a su pareja en su casa sin miramientos, que no ve el hecho de robar como algo que está mal o capaz de infligir dolor y desesperación a 149 personas y todas las que quedan detrás.
Puede que lo fácil sea contentarnos con que se ha resuelto que la culpa fue del piloto y de una depresión, responder a las desgarradoras preguntas sin respuesta ni consuelo que les quedan a los familiares, pero por el bien de todos no debe quedar sin castigar las muestras de odio vertidas en las redes sociales. Porque, si lo piensas bien amigo lector, las diferencias entre el que estrelló el avión y los que mandaron estos mensajes son mínimas. Desprecio por la vida y por los seres humanos.
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