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Las obras en el tramo Maó-Alaior de la carretera general han adquirido un inusitado protagonismo mediático a nivel nacional -en radios, televisiones y diarios- por la hábil campaña del GOB-Menorca, al considerar que resultan excesivas y desproporcionadas.

La intervención del Consell insular, destinada a mejorar e incrementar la seguridad en una vía que fue diseñada y construida hace cien años, se ha convertido en una polémica en torno a las cuatro rotondas proyectadas para evitar los giros a la izquierda. Una controversia que no valora la supresión de una quinta rotonda, inicialmente prevista en Loreto, ni tampoco que las cuatro rotondas se hayan reducido en un 30 por ciento, además de las medidas introducidas por la Comisión Balear de Medio Ambiente, cuyos técnicos, nada sospechosos por exigentes y rigurosos, han aprobado todo el proyecto.

Es cierto que durante la ejecución se produce un impacto visual -que se evitó en el desvío de Ferreries, porque la variante no se abrió a la circulación hasta que estuvo concluida-, pero la reforma del tramo Maó-Alaior forma parte de un proyecto general de modernización de la carretera general que financia la Administración del Estado.

Menorca no puede renunciar a unas obras que son necesarias, que dan respuesta a las peticiones de la Dirección General de Tráfico y los criterios de los ingenieros de obras públicas; y también dan continuidad al mismo modelo viario ya aplicado en los desvíos de Alaior y Ferreries.

Estas obras provocan la critica y la desazón de personajes, no solo del espectáculo, vinculados a Menorca; profesionales de larga trayectoria que ni se pronunciaron ni firmaron manifiestos contra otras obras mucho más impactantes, como autopistas e infraestructuras para el AVE junto a las ciudades donde residen.