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«Jurassic Park», famosa película de ciencia ficción estrenada en 1993, marcó a toda a una generación gracias a sus revolucionarios efectos digitales los cuales dotaban de una realidad no vista hasta el momento y cuyos rugidos de sus protagonistas conseguían dejar al espectador totalmente petrificado en su butaca.

El multimillonario John Hammond conseguía hacer realidad su sueño de clonar dinosaurios y crear con ellos un parque temático en una isla remota. Jugaba a ser dios, o al menos eso creía él, pero las medidas de seguridad diseñadas para el parque no fueron suficientes para controlar la supervivencia de la madre naturaleza.

El doctor Ian Malcolm lo advertía perfectamente antes de ni siquiera imaginar lo que les venía encima: «El tipo de control al que usted aspira no es, de ningún modo, posible. Si algo nos ha enseñado la historia de la evolución es que la vida no puede contenerse. La vida se libera, se extiende a través de nuevos territorios. Digo, sencillamente, que la vida se abre camino». Y aunque pueda parecer que algunos de nuestros dirigentes parezcan salidos de la era prehistórica, no es éste el símil que quería realizar con la tecnología. La reciente, polémica, absurda y criticada reforma de la Ley de Propiedad Intelectual, ha sido la que me ha recordado la cita de nuestro querido doctor. Esta ley ha provocado que en los últimos meses hayan sido varias las webs de descargas de series y películas en Internet que se han visto obligadas a cerrar.

Una ley redactada sobre el total desconocimiento de lo que es Internet, un lugar totalmente libre y abierto y que ha transformado el acceso a la información y la comunicación entre las personas.

Una ley basada en unos principios totalmente arcaicos y en el abuso del poder, en donde la solución a cualquier problema es simplemente la prohibición y el castigo. Jugando también a ser dios decidiendo quien debe morir y quien puede vivir.

Pero, como ha ocurrido ya en multitud de ocasiones, las alternativas no han tardado en salir. En cuestión de pocos días ya se han ofrecido otras maneras de poder acceder a la misma información y con prestaciones mejoradas, porque aunque los creadores de esta ley no lo sepan o no lo quieran ver, la tecnología está a años luz de lo que la ley pueda intentar controlar o prohibir.

¿Significa esto que no se tiene que pagar por el contenido original y acceder siempre a contenido pirata? En absoluto. Creo firmemente en que los propietarios de contenido original deben cobrar por su trabajo y esfuerzo, pero en lugar de prohibir y continuar con unos canales de venta obsoletos, ya va siendo hora que dediquen los esfuerzos a adaptarse a las nuevas oportunidades que ofrece la red.

Estaría más que dispuesto a pagar por ver el estreno de una película o serie a un precio razonable cómodamente en mi casa con mi familia pero, incomprensiblemente, no existe ninguna opción legal para hacerlo. En cambio, se cuentan por cientos las oportunidades para verlo de manera ilegal.

Muchos defienden que, mientras siga existiendo la opción gratuita nadie pagará por ello. Pero estoy totalmente en desacuerdo. Un claro ejemplo es Spotify. Ya ha quedado en el olvido la descarga de canciones ilegales y guardado en los correspondientes CDs ya que esta plataforma nos permite escuchar la canción que queramos, en el momento que queramos y en el dispositivo que queramos. Y todo ello a un precio mensual más que razonable. Ha sido la mejor solución a la piratería musical. Por lo tanto, permítanme señores pensantes del gobierno, que parafrasee a Malcolm: El tipo de control al que ustedes aspiran no es, de ningún modo, posible. Si algo nos ha enseñado la historia de la tecnología es que Internet no puede contenerse. Internet se libera, se extiende a través de nuevos territorios.

Digo, sencillamente, que la tecnología se abre camino.