Me levanté un día dándole vueltas en la cabeza a un par de temas que me preocupaban y que por la confianza que nos tenemos, queridos lectores, puedo compartir con ustedes: el primero, muy personal, era si debía o no operarme el dichoso menisco que lleva roto desde la época en que Rato era considerado un hombre honrado, ya han llovido corruptos desde entonces. Y el segundo, nada personal, era si la empresa de cámaras de vigilancia instaladas en Maó ampliaría su negocio y se extendería al resto de municipios de la isla viendo el gran éxito recaudatorio que están obteniendo. Si la carita esa que cambia a rojo cuando se supera la velocidad, fuera capaz de detectar el nivel de cabreo de los ciudadanos, seguro que no marcaba sonrisa verde en la vida.
Bueno, pues estaba divagando sobre estás cuestiones cuando por debajo de mi puerta pasaron una octavilla que rezaba: «El gran vidente de visita en su pueblo le ayudará con todos sus problemas...», flipante a la par que esperpéntico. Ayudaba con absolutamente todo, problemas de amor, de trabajo, de dinero, de salud, sexuales, económicos, legales y espirituales, todo lo que se pueda imaginar y más.
El currículum del tipo era de lo más increíble: «Gran vidente africano, con poderes ancestrales, el mejor contra el mal de ojo, especialistas en conjuros. Experto en magia blanca y en vudú. Maestro de maestros en videncia...», aquí me paro que me apabulla semejante formación académica. Estoy por llamar a mi sobrina y decirle que abandone la carreara de medicina, que está perdiendo el tiempo. Aunque lo mismo, con la nueva reforma del ínclito ministro José Ignacio Wert, donde plantea carreras de tres años y másteres de dos, en un claro empuje final para echar a las familias más modestas de la universidad, consigue echar a mi sobrina antes. El pensamiento clasista de Wert, y su empeño en acabar con la cultura a golpe del 21% de IVA, hacen daño hasta decir basta.
Pero volvamos al gran vidente Mundongon, que así se hacía llamar el sujeto en cuestión. Por esos recovecos indescifrables de la mente me dio por pensar que le pediría, a tan poderoso ser, nuestro presidente del gobierno, y pensé que le suplicaría la reelección a la voz de: «Se fuerte Mundongon, dale amnesia a los ciudadanos al estilo de la película «Men in Black» y dame a mí la reelección, y si ya tal, hilillos de plastilina y fin de la cita».
Les digo también, que el mosqueo que tengo con el vidente Mundongon es de órdago, si tan bueno es el tío y tiene soluciones para todos los problemas, por graves que sean, podía haber venido antes a nuestro país, y avisar a los lumbreras que gestionaban el tema de dos cositas: primero, que no siguieran robando a espuertas que les iban acabar pillando. Segundo, que alguien pinchara esa burbuja diabólica que ha traído riqueza a los ricos y más pobreza de la soportable a la mayoría de la población.
Muchos pensarán que el gran vidente de las narices solo busca aprovecharse de los más débiles, y de su desesperación, para sacarles la poca pasta que tienen de una manera obscena, yo pienso igual, y eso me suena tan familiar como cuando los bancos vendieron preferentes a nuestros ancianos. De aquí a nada me dejaran por debajo de la puerta panfletos de algunos partidos políticos, y me parece que les haré el mismo caso que a la octavilla de Mundongon, o menos porque no dan ni para un artículo. Los mentirosos crónicos cansan, agotan y aburren.
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