Desde que se han incorporado la prostitución, el tráfico de drogas, el juego ilegal y el contrabando al cálculo del Producto Interior Bruto (PIB), la cosa ha mejorado mucho. Es un producto interior más bruto que nunca, eso sí. Las situaciones desesperadas provocan respuestas desesperadas y el dolor no se puede medir con números. El negocio es el negocio, piensa más de uno. No estamos para sutilezas morales. La gente apenas distingue entre delito, falta, pecado, inmoralidad o caradura... Todo vale en la jungla de asfalto que habitamos, donde no siempre la honradez y la riqueza van cogiditas de la mano.
No hay que mirar para otro lado o culpar al prójimo de los males que nos agobian. Aunque es lo habitual. El que nunca se haya saltado el copyright que tire la primera piedra. Hay tanta información que somos incapaces de asimilarla. Unos dicen A, otros dicen B. Resulta que A menos B, es igual a C, y C es una incógnita. Ecuaciones por todas partes... No hay que preocuparse. Disfrutemos de la belleza mientras dura, pues es demasiado fugaz y reversible. Creemos que votamos los problemas, pero sólo votamos quién los gestiona. Si nadie vota austeridad, se acabó la rabia, piensan algunos. Nada de fidelidad ni de respetar los compromisos o pagar las deudas.
Estaba nervioso ante tanto despropósito y me he recetado a mí mismo el Concierto para violín en Re mayor, Op. 35 de Tchaikovski...
Me siento mucho mejor, gracias.