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Para los amantes del conocimiento, emociona visitar la famosa mano invisible de Adam Smith, conservada en una vitrina de la Universidad de Glasgow. Un hito intelectual, sin duda, a la altura de la manzana de Newton, el guisante de Mendel, la neurona de Cajal o el subconsciente de Freud (que también se exhibe en Viena, pero que nadie ha conseguido visualizar por ahora). Como el afán de saber no conoce límites, un investigador de la Universidad Independiente de Barcelona, el profesor Narcís Robaeixuta ha lanzado la fructífera idea del «cerebro invisible».

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Conocido por sus trabajos sobre «Las bases logarítmicas para la resolución del sudoku», «Conjuntos disueltos» y «Problemas matemáticos: cómo meterse en ellos» (que ya se ha convertido en un manual de referencia), el autor define el concepto propuesto de la siguiente forma: Si cada uno busca ser lo más culto, inteligente y buena persona que le sea posible, el cerebro invisible producirá inmediatamente una mejora sustancial de la sociedad en su conjunto.

Ello es debido a que cuando un cerebro lleno rebota contra otro, los efectos suelen ser beneficiosos socialmente. En cambio, un montón de mediocres que son una calamidad en privado (cerebro vacío) pueden llevarnos a empeorar las cosas con la mejor de las intenciones. La idea surgió a raíz de un comentario casual de su mujer, cuando le dijo: ¿Cómo quieres arreglar el mundo, si eres incapaz de bajar la basura?