SÁBADO, 10
Esplendoroso día de enero que invita a la vida social y a la consabida visita al puerto. La vieja pescadería reconvertida en lugar de moda para el chiquiteo y la tertulia desenfadada compite hoy con las canciones de Labordeta y Raimon en la Plaza Colón en protesta por la llamada ley mordaza. Algún nostálgico puño en alto y mucha animación, y es que Mahón, por lo menos su corazón, late acompasadamente después de haber presentado un prolongado rigor mortis… Y nada para coronar el día como un paseo y unos raviolis en el fastuoso decorado de una plana de Cala Figuera desatada en belleza. Los practicantes del sillón ball se lo pierden.
DOMINGO, 11
Mi radar digital capta opiniones en contra de la provocación de las caricaturas de Mahoma, «su falta de respeto a los sentimientos religiosos», «su innecesariedad», ese terrible «algo habrá hecho» que se escuchaba en la dictadura cuando detenían a alguien y que ahora podría ser un «si no hubiese dibujado esas caricaturas», lo que lleva a la pregunta clave: ¿Reivindicar el derecho a la blasfemia, o predicar la censura periodística?, o lo que es lo mismo, ¿estamos por una irrestricta libertad de expresión o hay que evitar la ofensa?…
Por lo que respecta a las creencias religiosas, los tribunales franceses sentenciaron en su día que el único límite a la libertad de expresión es la directa incitación a la violencia, por mucho que diferentes colectivos puedan sentirse lesionados por la crítica (o burla) a su credo. Solo las personas tendrían honor y derecho a defenderlo en los tribunales, no los dioses, símbolos o mitos del cariz que sean. ¿Conforme o no, tal y como pregunta «Es Diari» en sus encuestas digitales? No estoy nada seguro de cuál sería el cómputo de la respuesta.
Todo ello y salvando las enormes distancias, me trae a la memoria mis propios rifirrafes de antaño con la jerarquía eclesiástica por algunas bromitas de poco fuste en «Es Diari» sobre la programación televisiva de Semana Santa, que provocaban urgentes conciliábulos de sotanas y llamadas al orden por pretendidas ofensas. La cuestión sigue en pie, peligrosamente más enhiesta que nunca. Y la respuesta del dietarista siempre será a favor de la libertad de expresión, con el único dique de la propia autorregulación de los medios y la última instancia de la Justicia, aunque como periodista me hubiera opuesto democráticamente a publicar algunos chistes de de «Charlie Hebdo» y de nuestro «El Jueves» pero no por su ofensa a acendrados sentimientos sino por su mal gusto.
MARTES, 13
Parece que en diferentes colegios de Francia ha habido dificultades para que se respetara el minuto de silencio decretado en homenaje a las víctimas de los atentados de París, lo cual no deja de ser preocupante cara al futuro. Por eso me resultan incomprensibles las apelaciones a eliminar a los poderes públicos de la educación para que padres y profesores decidan libérrimamente según sus preferencias, o dicho de otra manera, según sus prejuicios, manías o delirios…
Si algún atisbo de solución hay a medio y largo plaza no es otro que el consenso (que se tiene que buscar incansablemente) en una educación pública de calidad que favorezca la igualdad de oportunidades y la formación en valores compartibles, que los hay, así como la convivencia entre diferentes grupos sociales, étnicos y religiosos para que algún día lleguen a verse como iguales y a comportarse como tales. Aunque de poco va a servir si en casa viven otra experiencia.
MIÉRCOLES, 14
Con una buena educación de base, por ejemplo, Cristiano Ronaldo no hubiera aullado como un orangután en la gala del Balón de Oro.
Y otra de encuestas: en la que hoy aparece en «Es Diari» se pregunta si «le parece insultante» que suene el himno nacional en la diada de Sant Antoni, cuando más interesante hubiera sido preguntar si «le parece pertinente»… Mi rotundo «No» a ambas preguntas.