Suerte que cuando un año se acaba, llega otro para coger el relevo. Lo cual quiere decir que el tiempo no se detiene jamás y que solo pueden detenerse los que disponen del tiempo de forma limitada, o sea, todos nosotros. Hay una diferencia entre perder a un ser querido y querer a un ser perdido. El amor, como nos recuerda la Navidad, no tiene límites ni duración, ni conoce fronteras físicas o mentales. Las fronteras son humanas (el egoísmo es una frontera), pero el amor es divino. El año que viene llega cargado de retos y descubrimientos. Cada uno los suyos y muchos serán compartidos. Situaciones que no alcanzamos a imaginar todavía, porque el futuro es como una tierra ignota que sólo navegando conseguiremos pisar. Y eso, si tenemos fortuna.
Sin flash
El año que viene
28/12/14 0:00
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