Primero fue el debate sobre la construcción de grandes superficies. Hay quien pensaba que no era un modelo comercial beneficioso para Menorca, ya que obliga a las pequeñas empresas a competir con gigantes de la distribución, pero los consumidores, sobre todo aquellos que no tienen dinero para viajar a Palma o a Barcelona para hacer compras, las reclamaban y ahora las disfrutan. Ahora la controversia ha regresado al tema de los horarios y la apertura en festivo, y dejando libertad a los ayuntamientos se da en estos momentos una situación grotesca, y es que con 45 kilómetros de por medio, unos podrán abrir y otros no. La visión insular y de conjunto se pierde por el camino.
Pero la verdad es que creer que la discusión se circunscribe a este nuestro pequeño territorio constituye la auténtica cortedad de miras. No conozco a nadie y especialmente en estas fechas navideñas, que no haya buscado y comprado por internet. Por múltiples razones: es la única salida cuando hay productos agotados en la Isla, incluso en grandes superficies; la oferta es inacabable; no hay horarios ni festivos que valgan, y ni siquiera hay que 'viajar' a otro municipio cuyos 'supers' abran en domingo, la tienda está en casa, en el ordenador o el teléfono móvil; los precios muchas veces son mejores, incluso añadiendo el coste del transporte; la entrega rápida.
Así que la competencia para bien y para mal está ahí fuera, en la red, donde cada vez se realizan más compras que se pierden aquí. Las empresas de paquetería rápida lo saben, el volumen de mercancía que llega y se genera on line crece cada vez más.
Frente a esta realidad al pequeño comercio necesita ser especial, ofrecer un extra de confianza a los que aún recelan de las compras virtuales, mantener unos precios adecuados porque cualquier puede compararlos en internet, y sobre todo, extremar el cariño, el buen trato al cliente, algo que lamentablemente a veces escasea y que lleva al consumidor a preferir una página web.