Les coses senzilles
No hay miedo
Ahora me acuerdo de la patrona que tuve en Barcelona cuando era estudiante. Me refiero a la dueña de la casa donde me hospedaba. Era oriunda del País Vasco, lo que hoy en día se dice Euskal Herria, pueblo vasco, Vasconia o país del euskera. Despistaba mucho, porque tenía ambos ojos estrábicos y no sabías nunca cuándo te miraba. Era bajita, tenía el pelo rubio teñido y era muy decidida. Se había ahorrado un piso en la zona de la antigua villa de Gracia ella solita. Quemaba las pelusas del pollo en los quemadores de la cocina, con lo que siempre le quedaba un regusto a gas, por mucho que lo condimentara. La merluza la freía enharinada y la servía con una rodaja de limón. Cuando tardaba en cobrar solía decir que ya estaba bien, que una tenía sus gastos, que siempre sacar, siempre sacar la llevaría a la ruina. Se refería a sacar dinero de la Caja de Ahorros. Por eso procuraba pagarla religiosamente el día primero de mes, para que no tuviera que sacar y sacar…
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