Me gustan las pequeñas historias porque de ellas se pueden aprender grandes cosas. Me gusta mirar detrás de las letras doradas de los libros de Historia para encontrar las historias en minúsculas. Me gustan más los héroes anónimos que los grandes prohombres. Me gustan los sitios pequeños, Menorca, antes que las grandes urbes. Me gusta lo cercano, lo tocable, lo entendible. Me gusta lo sencillo, lo directo, lo natural. Me gustan, queridos lectores, el sentido común y la buena gente.
En este país están ocurriendo grandes cosas y sus protagonistas muchas veces son anónimos. Los medios de comunicación ocupan tiempo casi infinito a temas como la muerte de una duquesa. La noticia debería ser que en el siglo XXI donde el hombre puede aterrizar un robot en Marte, aún existan aristócratas y nobles que son como un mal recuerdo de otros tiempos. Tiempos antiguos y oscuros. Tiempos de Inquisición y señores feudales. Tiempos de lacayos, hogueras e incultura. Tiempos a los que algunos están empeñados en volver porque ellos viven dentro de la comodidad del castillo.
Yo prefiero antes que a cualquier duquesa a la señora Carmen Martínez Ayuso, desahuciada de su casa y completamente anónima si el Rayo Vallecano no la hubiera rescatado real y mediáticamente. A doña Carmen la echaban de su casa con 85 años y la dejaban en la calle, el club de futbol Rayo Vallecano le va a pagar un alquiler y le va a ayudar. A partir de ahí los medios recogen la noticia y la difunden, y los gobernantes, ya en plena campaña de mentiras, dicen que ellos se harán cargo. La opinión pública se adelantó a la opinión publicada, La caridad apareció donde han robado los derechos, la solidaridad entre pequeños venció a esa clase política servil con los poderosos y cruel con su pueblo.
También me gusta hablar de Roberto Rivas, el bombero que se negó a participar en el desahucio de otra anciana, Roberto ha sido multado, pero él se mantiene firme y declara. «Soy culpable de no colaborar en el desahucio de Aurelia Rey, lo volvería a hacer». Culpable por tener criterio, culpable por tener principios, culpable por ejercer la solidaridad. Los díscolos lo pagan caro, la ley mordaza intenta callar el grito de un pueblo que sufre.
Me gusta Belén Martín, que ha realizado una huelga de hambre para conseguir medicamentos para su marido Saturnino enfermo de hepatitis C. Porque este gobierno deshumanizado se los deniega a los que no lo pueden pagar. Mi desprecio más profundo a todos aquellos que con su voto en el congreso ha impedido que la medicación llegue a todos los enfermos. Serán todos, y digo todos, cómplices de homicidio cuando un enfermo muera, no porque su mal no tenga cura, sino que muera por pobre.
Me gusta Antonio Moreno Alfaro, que se ha enfrentado a las grandes compañías eléctricas para demostrar como nos estafan a todos los ciudadanos porque compran la voluntad de los políticos para que legislen en benéfico de unos cuantos accionistas. Antonio ha calculado que las eléctricas han estafado mediante los contadores unos 10.800 millones de euros, que se reparten en nuestra factura de la luz durante años. Mientras nuestros ex presidentes, y muchos exaltoscargos, viven a las ubres de estas compañías, los siervos recogen su recompensa.
Me quedo con esta gente y tantos otros como ellos que nunca saldrán en ningún medio. Con los que están en la calle para cambiar injusticias por esperanza, para cambiar lagrimas por ilusión y para cambiar sufrimiento por futuro.
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