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Más de seis mil vehículos circularon en 2013 por las carreteras menorquinas sin haber pasado la inspección técnica obligatoria, dato que se enmarca en un contexto de elevada antigüedad del parque automovilístico. Son cifras de la Dirección General de Tráfico que nos indican que hay coches que pueden ser un riesgo, tan frías como las que cada fin de semana nos relatan el número de heridos y muertos por accidente. Esas que habitualmente solo nos impactan cuando nos tocan de cerca.

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El mismo balance indica que en los controles de las policías locales ese mismo año los conductores de la isla perdieron más de 1.500 puntos de sus licencias; la mayoría de las veces por exceso de velocidad, por consumo de alcohol y drogas (o por ambas cosas a la vez) o también por utilizar aparatos como el teléfono móvil cuando se está al volante. A pesar de las desgracias la velocidad y el alcohol siguien siendo un tándem mortal y que se repite. Distracciones, imprudencias y exceso de confianza hacen el resto.

Muchas, demasiadas veces, no somos conscientes del riesgo que corremos ni del riesgo que entrañamos para los demás cuando nos ponemos al frente de un vehículo o de cuando circulamos por una vía e incluso por una acera. El pasado fin de semana murieron tres niñas en la localidad toledadana de Fuensalida arrolladas por un conductor cuando caminaban por la carretera. Hoy se sigue juzgando en Maó el atropello mortal de cuatro ciclistas en Alaior, dos de ellos salieron a hacer deporte y ya no regresaron. Pese a ello, seguimos haciendo del consumo de alcohol el centro de celebraciones y fiestas, de animación popular, con plena aceptación social, esperando una responsabilidad y concienciación que son escasas. Mientras que eso no se corrija, seguirá habiendo vidas truncadas.