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Cada vez que regreso a Barcelona me abraza una sensación melancólica brutal. Recuerdo todos aquellos sueños que tenía cuando solo era un aprendiz de la vida, un becario de la calle, en fin, un estudiante de periodismo. En algún momento de euforia, perdido con las mejores compañías, juré que sería el mejor en lo mío, que me mostraría impacable con las injusticias y que podría pasear orgulloso mi condición de persona y, además, de periodista.

En algún momento, ese ardor guerrero se fue apagando. Imagino que poco a poco se me fue olvidando alimentarlo con sueños y ambiciones y aquel tontainas de metro noventa que creía que algún día sería corresponsal de guerra se fue acomodando entre periodismo de teléfono, relaciones de cordialidad y pocas preguntas.

Habrá quien me diga que me hice mayor, que me di cuenta de lo que puede y no puede ser y que me fue venciendo la perezosa sensación de que más vale malo conocido que bueno por conocer. Empecé a ver las injusticias a través de la tele, al amparo que supone estar a tropecientos kilómetros del percal de turno y al amparo de un trabajo que con sus más y sus menos prometía un sueldo fijo cada final de mes.

Cada vez que vuelvo a la Ciutat Comtal me acuerdo del periodista que quise haber sido y del sucedáneo en el que me he transformado. Una conversión que evidentemente tiene sus cosas buenas pero que anda huérfana de acción.

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Alguna vez me imaginé investigando en esas calles desalmadas, persiguiendo a sinvergüenzas y trapicheando con canallas a cambio de un soplo de información que me supusiera un aplauso de la vieja guardia del periodismo catalán o algo así como un «muy bien chaval, andas por el buen camino».

La ambición, edulcorada alguna noche etílica y eufóricamente, me decía que sería capaz de cambiar el mundo, de hacerlo un poquito menos peor. Imagino que a ti también te ha pasado.

Sucede que cuando regreso a Menorca toda esa nostalgia se evapora de golpe. No habré cambiado el mundo ni habré dado una gran primicia pero soy afortunado de tener lo que tengo y de tenerte aquí conmigo compartiendo este rato. Y además de poder pasear con orgullo mi condición de periodista. Además de persona.

dgelabertpetrus@gmail.com