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VIERNES. 14
Asisto como todos los años al solemne acto de apertura de curso en el Ateneo y, como siempre, me viene a la memoria el papel de víctima del capitán Araña que me tocó desempeñar a principios de los ochenta en el mismo escenario cuando el presidente que me acababa de fichar como segundo de la entidad (con escasa experiencia en actividades culturales por mi parte y nula en el arte de la declamación en público), se fue de viaje y ahí me dejó nada menos que tejiendo un discurso ante Camilo José Cela, el gobernador militar, el obispo de la diócesis y otras autoridades que no recuerdo de lo intimidado que estaba…

Sonriendo a los recuerdos me siento para escuchar no solo una de las mejores conferencias que se han impartido en la legendaria tribuna ateneística, sino un discurso moral de muchos quilates y absolutamente pertinente en los actuales tiempos de confusión y pérdida absoluta de rumbo. El catedrático mahonés Ildefonso Hernández Aguado, ex director general de Salud Pública con el ministro Bernat Soria, desgranó los vericuetos de la actual crisis del virus ébola con pedagógica claridad, para lanzar a continuación una razonada diatriba no solo contra la clase política sino contra una sociedad que en general se cruza de brazos ante una violencia estructural que determina que mucha gente no tenga acceso a los servicios básicos, y asiste impertérrita a una pobreza infantil que tenemos ya a escasos metros de nuestras propias y confortables casas.

Incidió en la falta de financiación de la OMS, lo que hace que dependa de una «filantropía con riendas», es decir de intereses espurios ( diamantes, coltán, industria farmacéutica) en una especie de filantrocapitalismo incontrolable, como el del millonario norteamericano Donald Trump quien tras ayudar exige que no se permitan los vuelos con África o el escaso interés por investigar medicamentos y vacunas de escasa rentabilidad, cuando lo único realmente efectivo sería luchar contra la creciente desigualdad y mejorar la calidad de las instituciones, más que dejarlo todo en manos de la iniciativa privada.

Hizo referencia a la crisis del ébola en España, cuestionó las repatriaciones de enfermos, y también la indecencia de que un personaje como el consejero de salud de Madrid siga en su puesto tras culpabilizar a la víctima. Denunció asimismo el desmantelamiento de los comités de planificación de crisis como ésta, producto de recortes sin otro criterio que el económico. El conferenciante concluyó su duro alegato con una frase demoledora: «A veces creo que en la clase política se ha producido un darwinismo inverso».

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SÁBADO, 15
Todavía conmocionado por el demoledor concepto del «darwinismo inverso», o progresivo retorno a la condición de primates, redescubro que soy idiota. La primera vez que lo supe fue a través de un profesor del Instituto que me dijo una vez que yo era «burro con notable». Ahora, tras leer al filósofo coreano-alemán Byung Chul Han lo sé con propiedad pero sin connotaciones peyorativas. Porque según Byung, hoy día ser idiota (del griego idiotes, aquel que no se ocupa de los asuntos públicos sino solo de los propios), es salirse de la total conexión en red y la comunicación digitales, que aumentan la coacción a la conformidad. El idiotismo representaría hoy la desviación de la ortodoxia, una isla de libertad y se opondría al poder de la dominación neoliberal, a la comunicación y vigilancia totales…Celebro la reivindicación de mi idiotez tomándome un Protos mientras acaricio a Tronya y Allen.

DOMINGO, 16
Mariana, una cordobesa de allende los mares amable y eficiente, me provee de ensaimadas de las de antes, con textura de hojaldre, justa de grasa y sin innecesarios aditamentos internos. Hoy no me encuentro con el trovador matutino que suele amenizarle los domingos con sus trinos un tanto extraviados, ni veo pasar al líder menorquín de Podemos Luis Alejandre («Podemos salvar la Isla del Rey y la hemos salvado». «Podemos cambiar el aspecto viario de Menorca y lo haremos»), rumbo al catamarán. Y es que la mañana es fría, oscura y amenaza lluvia.

Tras iniciar a Inés en el arte de degustar ensaimadas versus americanadas, me dispongo a asimilar la avalancha de informaciones sobre la irrupción del nuevo partido Podemos, un soplo de aire fresco, que espero no llegue a ser estepario, para la degradada política española, pero empieza por no gustarme la proclama «Barreremos», y es que, viejales uno, me viene a la memoria un lema similar en Ciutadella que no acabó demasiado bien. Tiene un tufillo mesiánico inquietante. Pero esperaremos a conocer su programa. De momento sólo sabemos que ellos no pertenecen a ninguna casta. A lo mejor no saben que son biodegradables como el resto de la humanidad y aspiran a librarse del darwinismo inverso…

MARTES, 18
Se me acaba el espacio y continúa el diluvio de descalificaciones y denuncias penales en el asunto catalán. Y sigue sin llegar el amanecer de la Política.