SÁBADO, 8
Acudo al Pascual Calbó a ver los primeros pinitos de mi nieta en gimnasia rítmica. Me comporto como un hooligan, ovacionando todas y cada una de sus manifiestas pero deliciosas torpezas mientras una joven madre alimenta mi ego diciéndome que espera ansiosa los sábados para leerme…
Como sé que me voy a disgustar viendo al Real Madrid opto por apuntarme al programa de debate de Bill Maher, su Real Time en HBO, que ofrece subtitulada Canal+. Sana envidia del polifónico elenco de tertulianos (brillantes en su mayoría), de la altura del debate, de su libertad sin ira (hoy Bill Maher se las tiene con una inteligente y combativa periodista palestina que censura al director del programa su patente animosidad contra el mundo musulmán), y de su proverbial sentido del humor que resiste todos los embates (siempre razonados, nunca insultantes). Una gozada imposible en nuestro país…
DOMINGO, 9
Sigo por internet el ambiente pacífico y festivo que se vive hoy en Cataluña. Más de ochocientos medios internacionales observando, actualizaciones constantes de las páginas web de los principales periódicos internacionales, mientras en Madrid, se habla de mascarada, votación inútil (el mismísimo «El País»), y Televisión Española se mantiene casi muda…
LUNES, 10
En suma, una jornada casi helvética, cuando algunos la habrían querido albano-kosovar, escribe Joan B. Culla en «El País», y continúa: ¿Inútil? ¿Carente de efecto alguno?... En democracia negar que una convocatoria con las dimensiones de la de ayer tenga consecuencias políticas es incurrir en la táctica del avestruz. En el mismo periódico, Francesc de Carreras habla del «día de la deslealtad» en el que el Estado de derecho ha sido derrotado… El problema es que ambos tienen razón.
MIÉRCOLES, 12
Un acto de desobediencia civil puede perseguirse penalmente. La lógica es impecable pero políticamente errónea. También se equivoca Artur Mas, con su complejo de Moisés a cuestas, al lanzar un ultimátum antes de empezar el diálogo que pide («o referéndum legal y vinculante o nada»)...
Cuenta el notario JJ López Burniol en un clarividente libro («España desde una esquina». La Esfera de los libros 2008) que una vez, un abogado que acababa de resolver un intrincado y enconado problema de herencia entre hermanos, le dijo que ante un problema complejo hay que aplicar tres reglas:
1) Huir de los grandes conceptos, de las palabras rimbombantes y de las ideas generales, utilizar un lenguaje llano, sin aristas, no hacer jamás apelación a sentimientos ni a agravios antiguos y prescindir de raíz del espíritu justiciero.
2) Concretar siempre las diferencias, en la medida de lo posible, en magnitudes mensurables que permitan la transacción, dando por supuesto que cualquier transacción deja insatisfechas a ambas partes.
3) No buscar nunca soluciones para toda la vida, que son imposibles («Nunca digas nunca jamás», blasonaba James Bond), de la misma manera como no están a nuestro alcance ni la justicia absoluta, ni la sabiduría plena ni la belleza total ni la bondad sin sombra.
Pues eso es lo que tocaría ahora si hubiera políticos de altura. Pero tenemos lo que tenemos.
JUEVES, 13
La aportación política de más enjundia de Mariano Rajoy en su rueda de prensa es su portentoso descubrimiento de que hay más catalanes que independentistas. Casi a la altura de la inefable Ana Botella que hace unos días pedía solemnemente a la Virgen de la Almudena que velara por la unidad de España. ¡País!