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A tu hijo, probablemente, no le supondrá ningún reparo robar, mentir o saltarse la ley a la torera. Puede que actúe a su antojo sin miedo alguno no solamente a ser descubierto sino tampoco a ser castigado. Tu hijo, al igual que el hijo del vecino, ve la televisión, curiosea los periódicos y consume una gran variedad de contenidos por Internet y desde todas las plataformas que frecuenta le llega el mismo mensaje: «Quebranta la ley, casi todo el mundo lo hace, si te preguntan niega lo innegable y si te pillan pon ojitos, asegura que has aprendido la lección y promete que no lo volverás a hacer. Y luego repasa el plan para que al volver a cometer la pillería no te atrapen, no cometas los mismos errores». O al menos es lo que me parece a mí.

Los informativos y demás están repletos de 'casi' culpables, de personalidades de mayor o menor índole que desfilan por el pasillo hacia la justicia cariacontecidos. La sensación que me llega es que están más arrepentidos por el hecho de que los han pillado con la pasta en la masa que por ir tangando al personal. Cargos políticos, directivos, titiriteros del espectáculo y la farándula, monarcas... Todos te aseguran que no lo volverán a hacer pero se agarran tan fuerte y con tantas ansias a la silla que ocupan que genera una mezcla de lástima, rabia e impotencia que se incrementa cuando el juez le considera 'casi' culpable y lo castiga con sentencias irrisorias en las que nunca exige que devuelva lo que ha mangado o impone fianzas que están muy lejos de los montantes que se han agenciado, presuntamente claro. No se me vaya a enfadar el personal. Porque uno podrá ser un chorizo, un imbécil o un desgraciado, pero no significa que tenga derecho al honor.

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Ese sentimiento es el que nos queda a los adultos, mientras se nos van hinchando los cordones y a los jóvenes el mensaje que les queda es el de ir tanteando la ley y que no les pillen. Aunque si les pillan tampoco pasa nada. Así es hasta comprensible que hasta el más tonto que pulula por aquí quiera ganar dinero en negro y más viendo lo que se pimplaron entre Blesa, Rato y compañía.

Os tocará a vosotros, padres y madres, decirles que no todo lo que sale en televisión es un buen ejemplo. Gestionarle los contenidos, quizás, y matizárselos, seguro. Contarles algún cuento en el que se explica lo que es la moralidad, la responsabilidad y el hecho de ser honesto. Enseñarles que, al parecer, en el día a día funciona otro tipo de justicia. Aquella que asfixia al que lo pasa mal y hace la vista gorda con el que va sobrado. Hasta que nos cansemos.

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