Alguien debería parar esto. El corre y corre, el produce y produce, el no pares no pares, el deprisa y más deprisa, es una locura agotadora. Todo se sucede a un ritmo tan vertiginoso que ya no se usan oraciones subordinadas. A velocidad límite, el mundo se convierte en un gran tweet, todo tiene que caber en 140 caracteres, a los humanos ya no nos entra nada más en la cabeza. Obedientes productores consumidores que solo se unen en las colas de las rebajas.
Como alguien hable más de un minuto seguido desconectamos, porque bastante tenemos nosotros con nuestras cosas. Fíjense, queridos lectores, en los debates televisivos, son el juego de ver quien la dice más gorda en menos tiempo. Se pisan unos a otros sin dejarse acabar, son los reyes de la algarabía, pero les da audiencia y todo lo sacrificamos a ese altar.
Ahora predominan los reyes del chiste corto, la frase efectiva, el titular redondo, la brevedad más breve, y a veces la vacuidad más vacua. Vamos tan rápido que no es que no veamos el paisaje, es que ni tan siquiera sabemos si lo hay. Como si nuestra alma viviera un jet lag continuo, a toda pastilla es el lema.
Y la tendencia general no es a frenar, más bien al contrario, vamos hacia la aceleración supersónica, triunfa antes de los veinte o resígnate a la mediocridad. ¡Por dios que estrés más gordo!, claro luego pasa lo que pasa y las farmacéuticas se frotan las manos al grito de ¡ansiolíticos para todos y de regalo unos ibuprofenos para la espalda! Pararse es de perdedores, los que tienen la agenda llena se sienten los amos del cotarro, siempre con mil cosas por hacer. Estar sin trabajo es una pesadilla, la parte económica la primera, pero también suma que tu agenda, tu vida social, tu capacidad de movimiento se reduce, ya saben lo que se dice, como no tengo dinero no me pasa nada nuevo. Y a los parados los ponen en la esquina, que no salgan en la foto.
Y las noticias contadas a este ritmo se apelotonan sin reflexión, sin ton ni son, y además manipuladas porque muchos medios están en manos de los bancos, llámenme desconfiado, pero yo de los bancos no me fio ni un pelo, ¿por qué será? Sin despistes, cojan aire, cuenten hasta tres y lean rápido el siguiente párrafo.
Ébola, gestionado como el culo, paranoia colectiva, a ver como acaba. Tarjetas fantasmas de Bankia, caraduras y canallas, corrupción sistémica, pocos se salvan. Rotondas en Menorca, sin consenso, tira millas con un par, cicatrices para la Isla, lo moderno es el paisaje no el asfalto. Parque acuático en Sant Lluís, como ya no queda costa en el pueblo construimos toboganes en suelo rustico, no se llena lo que hay pero nos mola poner ladrillos, turismo de calidad con sello de distinción, como no hay parques acuáticos en Benidorm sus turistas se vendrá aquí, ¿será esa la marca Menorca? Paro, pues resulta que no baja, que lo de la herencia ya no sirve, que la gente se desespera, que la pobreza aumenta y que muchos con trabajos precarios son pobres. Transporte aéreo, caro como nunca, malo como siempre, privatizaciones y chanchullos, salir de Menorca es más difícil que encontrar un responsable político.
Gotas que colman los vasos, vasos llenos de indignación por las injusticias. Y sin embargo deberíamos beber despacio para no atragantarnos. Mirar por la ventana el golpear de las gotas de lluvia, a los poetas siempre les funciona, o mejor, salir a la calle a mojarnos, a mojarnos mucho, a mojarnos siempre para sentirnos vivos y no morirnos de asco en una carrera sin sentido.
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