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Cielo gris, plomizo. Las hojas de los chopos que plantáramos hace casi cuarenta años (hijo, árbol, libro) que hasta ahora lucían un verdor brillante, lustroso, empiezan a mostrar un tono mate, claramente marrón en algunas zonas, pronto alfombrarán el jardín con su tristeza de cementerio. El ullastre, impertérrito, observa con su socarronería de ramas retorcidas pero inmunes a los cambios estacionales…

Y mientras el otoño se abre paso con los largos sollozos de sus violines, persiste el gran encono nacional sobre el que me inquieren vaya donde vaya, qué trobes? Me veo obligado a entonar una salmodia previa, «no, no, no soy nacionalista, ni siquiera catalanista», por cuanto he defendido y defiendo públicamente la unidad de la lengua catalana y estoy por una solución política, no exclusivamente jurídica del llamado «desafío». Claro y todo eso marca y encasilla, qué le vamos a hacer… ¿Qué solución política?, me preguntan, y repito mi cantinela, de la fórmula Quebec, arbitrada por el Tribunal Supremo de Canadá, sobre la inexistencia del derecho de autodeterminación, pero sí del derecho de una comunidad a separarse de forma pactada y democrática de un país, mediante una pregunta clara y una mayoría suficiente, camino que han seguido el propio Quebec y más recientemente Escocia… Para quedarse.

Si mi interlocutor todavía no bosteza, le hablo también de la inteligente propuesta del ex diputado del PP y constitucionalista Miguel Herrero de Miñón sobre un pacto basado en el blindaje de competencias lingüístico-culturales (sin patochadas tipo Wert), un nuevo régimen fiscal para Cataluña que ponga un tope razonable a la ineludible solidaridad y someter el acuerdo al refrendo posterior del pueblo catalán, propuesta que, le digo, estoy seguro que merecería la aprobación de una gran mayoría. Pero a la hora de redactar este comentario, en vez de propuestas de un nuevo pacto fiscal, los presupuestos generales del Estado reflejan una reducción de un 50% en las inversiones en Cataluña… Si no querías caldo, dos tazas.

Humm, musitan invariablemente mis interlocutores, los nacionalistas son insaciables, volverían a la carga, sí, pero esta vez, les contesto, no son solo nacionalistas los actores del proceso, hay muchísimos independentistas que no han sido nacionalistas en su vida, son simplemente catalans empreyats a los que habría que reconducir con inteligencia y finura política. Además, en política y en general en relaciones humanas de cualquier tipo no digas nunca, nunca jamás. Pero imagínate que consiguiéramos diez años de tranquilidad sin oír hablar del «problema catalán». De que estoy seguro, remacho el clavo, es que militando ambos bandos en la cofradía del santo reproche, que cantaría Sabina, el asunto no se va a resolver, y que en pleno siglo XXI, de alguna manera hay que dar salida política a los anhelos de una comunidad democráticamente constituida. Mejor la política que la calle, concluyo mi alegato «catalanista».

«No sé, no sé», me insisten en sus dudas cuasi metafísicas, «todo esto que propones es muy complicado». Sí, claro, es más fácil el camino de en medio, ley y orden, les contesto con cierto sarcasmo, aún conmocionado por un comentario escuchado esta mañana en la radio sobre unos pretendidos paralelismos entre el president Mas y el teniente coronel Tejero («los dos dan un golpe de Estado y, al fin y al cabo, en el 23-F no hubo ni un herido») y aquel fue a la cárcel…

Llovizna de nuevo y el ullastre me guiña irónicamente uno de sus ramas, pero Tronya y Allen me sugieren que ni se me ocurra, que nos mojaremos. Pero surge tímidamente un rayo de sol, agarro el ordenador y me dispongo a revisar el correo bajo el bisbiseo de sus hojas centenarias que me suena a ronroneo de gato satisfecho (por si acaso no se lo digo a mis perros que yacen felices a mis pies)… E-mail de un amigo catalán: «Asunto: Tanques del ejército español que se dirijan a ocupar Barcelona. Advertencia importante a todos los militares que se desplacen a Cataluña con los tanques, una vez en Barcelona»:

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a) Los que entren por la Diagonal deberán aparcar en el Paseo de Gracia.

b) A los aparcados en doble fila se los llevará la grúa municipal.

c) Entendemos que los españoles no sabéis lo que es un peaje, porque en vuestro país no existen, pero aquí son de
pago obligatorio.

d) Es recomendable que vengáis más de tres soldados en un tanque, así os harán descuento.

e) Todos los tanques participantes tendrán que tener la ITV al día (de no ser así el señor Oriol Pujol Ferrusola os la conseguirá por una módica comisión de un 3%).

f) Si observáis que la gente no os hace caso, no os enfadéis…Es que ¡Estaremos trabajando!

El humor al rescate bajo el ullastre. Drama y comedia dándose la mano. Como en la vida misma.