La Escuela de Salud Pública que se celebra en el Lazareto de Maó ha cumplido 25 años. Por ella pasan profesionales destacados, cada uno en su ámbito, para impartir cursos, transmitir sus conocimientos. A lo largo de ese tiempo he podido escuchar a algunos, tratarlos, para intentar condensar esas conversaciones y ofrecerlas a los lectores.
Nunca hay espacio suficiente, y menos cuando se trata de materias como la psicología, que personalmente me atrae, y encima se explica con apasionamiento, como lo hizo el doctor José Luis Bimbela. Seguro que a sus alumnos no les dejó indiferentes.
Habla Bimbela de estos tiempos de egos inflamados, en los que hay personas que mueren por hacerse un autoretrato con el móvil y colgarlo en su red social; de todo lo que cuesta últimamente que las personas digamos perdón, o te quiero, o gracias, o por favor, las palabras mágicas que facilitan la comunicación y que no basta con suponerlas, hay que verbalizarlas. Un perdón obra milagros, explica el psicólogo, utilizando el símil del lobo que, cuando ve que no puede ganar, que se ha equivocado, se tumba panza arriba y ofrece su cuello: ya no le atacan.
No estoy muy segura de que en esta sociedad nuestra, dura y competitiva, ofrecer el cuello sea una buena idea, no sea que te degüellen, porque muchas veces, demasiadas, somos peores que los lobos. Pero es cierto también, como dice Bimbela, que activar esas palabras no solo es una cuestión de urbanidad, sino de ser coherentes con uno mismo, de practicar la humildad, y de reconocer los errores; ciertamente, como el doctor explica, se ha de ser fuerte para todo eso y no débil, como se presupone.
Y como las emociones se contagian, qué mejor contagio que el de la educación, a lo mejor hasta nos la devuelven. En cualquier caso, es encomiable el trabajo de quienes hacen posible que la escuela se celebre y que personas interesantes compartan sus conocimientos con nosotros.