TW

En el año 2010, Boyan Slat tuvo una mala experiencia mientras buceaba en Grecia. Descubrió que, alrededor de los peces, se acumulaban muchos trozos desperdigados de plástico. Bolsas, envases, envoltorios, recipientes. Había tal concentración de plástico que costaba distinguir a los peces que recorrían el fondo marino. «¿Por qué no podemos limpiar esto?», pensó. Cuando regresó a Holanda, este joven de dieciséis años comenzó a investigar alguna solución para limpiar los mares. Se dio cuenta de que la estrategia seguida hasta el momento había consistido en emplear costosos procedimientos para buscar el plástico que deambulaba por los cinco océanos. El joven concluyó que era mejor instalar una barrera flotante de varios kilómetros que atrapara los desechos gracias al movimiento de las corrientes marinas. Posteriormente, una plataforma alimentada al 95 % con energía solar extraería el contenido para llevarlo a tierra y reciclarlo. El proyecto de Boyan llamó enseguida la atención de los políticos. En poco tiempo, se reunió con John Kerry, Secretario de Estado de los Estados Unidos y con el Primer Ministro de Holanda. El 2 de junio de 2012 presentó su idea en la prestigiosa conferencia TED. Cuando volvió a Holanda, llamó a más de 300 empresas para que le patrocinaran el proyecto. Solo contestó una. En 2013 cambiaron las cosas. Los medios de comunicación dieron a conocer las ideas de Boyan. El video de la conferencia TED colgado en Youtube pronto alcanzó más de 1.500.000 visitas. Recibía más de 1.500 e-mails diarios. Gracias a una campaña de crowfunding, el equipo de voluntarios de Boyan consiguió recaudar más de 1 millón de dólares que se destinaron a construir el primer prototipo a escala real en las Azores (Portugal).

Noticias relacionadas

Durante los últimos cuarenta años, se ha generalizado el uso del plástico. Se trata de una producto fácil de modelar, tiene un bajo coste de producción a pesar del precio de su materia prima, constituye un buen aislante término, es resistente a la corrosión y a muchos factores químicos. Según Greenpeace, alrededor del 10% de los 100 millones de toneladas de plástico que se producen al año en el mundo acaba dando vueltas en el mar debido, entre otros factores, a que se trata de un material flotante y que se degrada muy lentamente. Se estima que en cada kilómetro cuadrado existen 74.000 piezas de plástico. En el Pacífico Norte, existe la llamada «sopa de plástico», una especie de isla de la basura de más de 1.400.000 kilómetros cuadrados en la que se acumulan, según diversas estimaciones, casi cien millones de toneladas de desechos. Las consecuencias de esta contaminación afectan a la fauna marina. Debido a la acción de la luz solar, el plástico acaba disgregándose en pequeñas partículas que comen las medusas, tortugas y aves marinas. Según los estudios efectuados por Scripps Institution of Oceanography de San Diego (California), un 90% de los peces capturados en el Pacífico tienen plástico en el estómago. Curiosamente, estos animales contaminados pasarán a formar parte de nuestra dieta con la consiguiente ingesta de productos tóxicos.

La iniciativa de Boyan Slat constituye una idea revolucionaria que pretende solucionar un gravísimo problema medioambiental. A todos nos gusta bañarnos en aguas cristalinas, comernos un pescado fresco que no sepa a agentes químicos y mirar hacia abajo cuando hacemos snorkel para maravillarnos de un fondo turquesa repleto de posidonia. ¿Alguien prefiere lo contrario? Por tal motivo, debemos concienciarnos, no solo de la necesidad de apoyar estas iniciativas con aportaciones económicas, sino también contribuyendo de manera colectiva a un cambio de mentalidad. Si consumes, recicla. No se trata de una obligación, sino de una responsabilidad. Dado que no podemos vivir sin plástico, aprendamos a no ser destruidos por él. Y, lógicamente, ello requiere la colaboración de todos pues –como decía Albert Einstein- «el mundo es un lugar peligroso. No por causa de los que hacen el mal, sino por aquellos que no hacen nada para evitarlo».