TW

He pasado por Madrid: familias, amigos, metro, barbacoas, mendigos y piscinas. También pasé por Mitos del Pop, en el Museo Thyssen-Bornemisza, que con esta obra de Andy Warhol, «Detalles de pinturas renacentistas (Sandro Botticelli, Nacimiento de Venus, 1482)», da la bienvenida al visitante a la par que el chorro indecente de aire acondicionado. Salí con los pies helados de esa mirada al arte 'popular' desde la óptica del siglo XXI, ya en su apogeo consumista (hasta esto tendrá un límite porque la Tierra lo tiene, físicamente, digo). Resulta, dice la muestra, que el invento del pop art tenía sus raíces en el pasado pictórico pero con salpicaduras de cómic, televisión, publicidad en vena, mass media y comida enlatada. Un futuro prometedor que desde hace años ya disfrutamos en tres dimensiones. Además de Warhol y Lichtenstein (la tienda, a la salida, está repleta de productos con sus obras en bandejas de desayuno y bolsas de la compra, para no romper la coherencia, imagino), también hay otros nombres, como el de uno de los precursores de esta corriente de los años cincuenta, Richard Hamilton. Salí de allí sin recuerdos materiales, más allá de la entrada (11 euros) y el libreto gratuito, y con un gran descubrimiento entre manos: la artista Pauline Boty.

Y la vida siguió, y coronaron a Felipe VI y hubo, claro, un rancio besamanos (así, en una sola palabra: podríamos inventar el 'besapiés'), si es que algo relacionado con reyes y reinas en el año 2014 pueda no saber rancio: más pop art. Me perdí la cabalgata real (sin caramelos), pero paseamos por el centro cuando ya no quedaba nada (sólo las banderas: qué aburridas son todas las banderas) y nos acercamos sigilosos a los leones de la entrada del Congreso de los Diputados, obra de Ponciano Ponzano. Un guía explicaba a un grupo de mexicanos la historia de aquellas fieras y como casi todo el mundo hace cuando huele palabra de guía, nos sumamos a la lección fingiendo ser invisibles. Se los conoce, a los leones, con el nombre de Daoíz y Velarde, por Luis Daoíz y Torres y Pedro Velarde, oficiales de artillería en el levantamiento del 2 de mayo de 1808 contra los franceses, y se fundieron con el bronce de cañones capturados en la Guerra de África en 1860, después, eso sí, de un par de chapuzas made in Spain: primero fueron de yeso, por los recortes de la época, y después de un par de azotes del invierno madrileño se construyeron de piedra en una segunda intentona, pero estos últimos tampoco duraron mucho por abucheo general, y es que el resultado fue más parecido a dos perros rabiosos que a dos imponentes leones (un resultado, por cierto, que se puede ver hoy en los jardines de Monforte, en Valencia). Así, al menos, lo contó con entusiasmo el joven guía a aquellos turistas exhaustos y acalorados, que buscaban (mientras yo tomaba notas, ya sin disimular), un escalón donde sentarse y poder reposar los pies hinchados, pensando, seguramente, en cuánto tiempo faltaría para la cena (o para volver a sus casas). Unos días más tarde leía: «El Gobierno rechaza la propuesta de añadir testículos a uno de los leones del Congreso», concretamente a Daoíz que parece ser que «carece de bolsa escrotal», según ha constatado el Canal Historia, y sentí el bochorno que uno siente cuando critican a un viejo amigo.

Noticias relacionadas

Supe también, desde la distancia, que suspendieron los Jocs des Pla de estas fiestas de Sant Joan, que hubo accidentes graves y demasiado descontrol. Y más bochorno.

Pasaron más cosas. Murió la escritora Ana María Matute, incluso ella tenía que morirse. Se celebró el Día Internacional del Orgullo LGBT. Hubo una protesta en la gasolinera Repsol de Cala en Blanes, como parte de la Acción Estatal en contra de las prospecciones petrolíferas y a favor de las energías renovables. Faltaba sólo media hora cuando lo supimos. ¿Vamos? No teníamos pancartas, pero encontramos bolsas de basura (asco de petróleo, también está en ellas). Quieren reventar las costas de Canarias y Balears, su fauna marina, su paisaje y su turismo, en lugar de buscar un nuevo modelo energético. ¿Por qué? ¿A quién beneficia? ¿A qué precio medioambiental? ¿Por qué gobiernan/legislan a corto plazo y sólo pensando en enriquecerse a título personal? ¿Qué podemos hacer para dejar atrás a la mafia? Leo luego una noticia que ilumina el fondo del túnel: la isla de El Hierro «se independiza del petróleo», ha inaugurado «la central hidroeólica que le permite autoabastecerse con energías renovables» y cuenta ella con las mismas materias primas que el resto de islas, es decir, viento, sol y agua.