"Vas a vender algo que sabes muy bien que no vale nada". La frase, de guión cinematográfico, la pronuncia el actor Kevin Spacey en su papel de ejecutivo en Margin Call, una de las películas que narra la caída de la compañía Lehman Brothers y los excesos de Wall Street que condujeron a la crisis financiera en 2008.
Y se adapta muy bien a la realidad de unos tiempos bastante despiadados, en los que la integridad pesa bien poco en la balanza de algunos mal llamados comerciales.
Vender contra toda ética, vender algo que sabes que no vale nada o que no vale ni mucho menos el precio que estás pidiendo, tal vez como único método para llevar dinero a tu casa o tal vez, llana y lisamente, para aprovecharte de la credulidad, del desconocimiento de otras personas, para elevar tus ingresos o cuadrar una cuenta de resultados y encima jactarte de ello. Menorca está siendo escenario en los últimos tiempos, demasiado a menudo ya y no como algo esporádico, de la acción de vendedores que han pasado de la verborrea, de la venta a puerta fría, de la insistencia machacona al timo, a la persecución del consumidor más débil para sacar su beneficio. El último ejemplo de estas denominadas ventas agresivas es el denunciado por el familiar de una persona mayor, a la que le querían 'encajar' una serie de productos a un precio disparatado de más de cinco mil euros, cuando en el mercado están disponibles por muchísimo menos, y sin tener que firmar un crédito a plazos en unas condiciones a menudo también sangrantes.
Las oficinas de consumo reciben numerosas quejas sobre estas prácticas, ante las cuales, no quedará al final más remedio que armarse de la desconfianza y el miedo que hace tiempo reina en grandes ciudades, mirar por la mirilla y no abrir a nadie.