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Menuda partida de póker. La monarquía, el PP, el PSOE y la indignación intentan jugar sus cartas con estrategias evidentes.

El Rey abdica porque no tiene otra opción. Los resultados de las elecciones Europeas le convencen de que los apoyos por la continuidad de la monarquía (PP y PSOE) se tambalean. La despedida de Rubalcaba acelera el motor de la sucesión. Toda la estrategia mediática pretende dos cosas, que a Juan Carlos no le recuerden por su última crónica, sino por los buenos tiempos con Adolfo Suárez, y evitar que la reclamación del referéndum de los partidarios de una república se extienda en exceso.

Y mientras, los dos grandes (pero menos) partidos, que ya no suman ni el 50 por ciento de los votos, buscan remontar. Todos los del PP repiten un argumentario único: España sale de la crisis gracias a que Rajoy evitó el rescate de la Unión Europea (no el financiero, claro) y las perspectivas son muy optimistas, porque, entre otras cosas, se van a bajar los impuestos.

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El PSOE mira alrededor para cambiarse a sí mismo. Rubalcaba se va sin desprenderse de la responsabilidad del hombre de Estado (sí a la sucesión monárquica). Sin embargo, hierve la tentación de sumarse a las reivindicaciones más populares, entre ellas el referéndum sobre el modelo de Estado. Vicenç Tur está con Eduardo Madina, y los socialistas de la Isla empujan por dar un paso a la izquierda.

Podemos es el caso insólito de un colectivo que primero tiene los votos y después ha de construir un partido. En Menorca todavía se oye más la protesta de la PAH, contra los desahucios, que las primeras voces de Podemos. El reto de la indignación de acudir a las elecciones no se alcanza en la jornada de votación.

¿Quién va de farol en esta partida y quién ayudará a que el cambio sea real?