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Han oído hablar de los mensajes virales? Llegan a todas partes de forma tan rápida que parecen habladurías. La información es necesaria, pero si es fútil, caótica o falsa, puede ser contraproducente. Si dos personas me dan una hora diferente ¿A quién tengo que creer?

Hay información tóxica, enfermiza, falaz, contradictoria, interesada, parcial, valiosa, precisa, tergiversada o innecesaria. Caben todas las posibilidades. Es imprescindible hacer una criba, pero: «¿con qué criterio», nos preguntaría Balmes.

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Llamamos a nuestra sociedad «la sociedad de la información», aunque sabemos muy poco de las leyes que la rigen o los peligros que la acechan. Quien controla el medio, influye en el mensaje, pues toda información es una particular selección de la realidad. Una noticia oculta otra y puede ser tan interesada como un mensaje publicitario. Generalmente, otros deciden por nosotros la información que recibimos cada día y compiten por captar nuestra atención en toda esta maraña informativa.

La creencia bobalicona en una ilimitada libertad de expresión (hay información inútil o que puede causar mucho daño), sin contrapartidas ni responsabilidades, suele acarrear efectos indeseados o peligrosos. Podemos sufrir un empacho de información o una intoxicación por ingerir opiniones en mal estado. También se nos puede atragantar una noticia o acabar con diarrea mental si abrimos un lote de información caducada.