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Cuenta Josep Pla en «El quadern gris» que el 21 de abril se hacía en Palafrugell la Processó de les cuques, y que entonces desde la cruz de término se bendecían los campos y las cucas, y ése fue durante muchos años el único insecticida que usaban. Josep Pla añade, con ironía, que era una lástima que la eficacia de la bendición como insecticida fuera tan reducida. No sé si es que nos hemos vuelto hombres de poca fe, pero lo cierto es que en las noches de verano se oye en el campo una musiquilla de violín como la que apunta el refranero: «Zumbido de mosquito, música de violín chiquito». Lo malo es que si uno es propenso a que lo piquen puede despertarse hinchado a poco que acampe en plena naturaleza. En eso creo que los rezos son ciertamente poco efectivos. Son menos efectivos que los Padrenuestros a San Pascual Bailón, que en tiempos era el mejor despertador y el más barato, puesto que marchaba sin cuerda, sin pilas y sin reloj. Todo era cuestión de fe.

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Pero por lo visto nada de eso vale contra los mosquitos. Vale más tener la boca cerrada, porque ya dicen que en boca cerrada no entran moscas. Hace años estuve con un amigo en un pueblo castellano de los de cuyo nombre no quiero acordarme y había un bebé en su cunita mientras las mujeres hacían labores. «¿Te has dado cuenta —me dijo mi amigo- cómo se lo comían las moscas?». Efectivamente, el pobre niño tenía más moscas que el panal de rica miel del fabulista Samaniego, al que dos mil moscas acudieron y presas todas murieron llenas de patas en él. Y sin embargo, no sé si sería la fe, esos niños crecían y se hacían sanos y fuertes, e incluso en tiempos pasaban a integrar la estirpe de los conquistadores. Lo malo es que también se nos avisa en otras sentencias que el que es de puro dulce se lo comen las hormigas, y lo cierto es que por muchos rezos que uno les dedique las hormigas sin remisión en verano demuestran lo que son: un incordio de los grandes. Las hormigas son capaces de transportar cincuenta veces su peso, así que ríanse, ¿quién de nosotros podría apechugar con tres o cuatro mil quilos? No creo que pudiera ni mi amigo Frank Muñoz, el boxeador, que una vez me echó un pulso cuando era alumno mío en el instituto.

Ya sé que las aceitunas rellenas están muy ricas, pero también sé que las rellenan de sucedáneos de anchoa de los que uno no se puede fiar; a lo mejor es por eso que los conciudadanos de Josep Pla las bendecían: para saber que tendrían el más natural de los rellenos.