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Elijo este título para llamar su atención. El cuerpo de la mujer es el gran reclamo publicitario: pedazo de carne. Maniquí. Moneda de cambio. Objeto sexual. Mula de carga. Diana. Podría parecer que llego con retraso al Día Internacional de la Mujer Trabajadora, o como lo llamen, pero en realidad llego pronto: aún no ha sucedido. Lo demuestra el hecho de que exista esta conmemoración en el año 2014. No se puede celebrar ningún día de la mujer mientras las sigan matando los hombres de su entorno y la sociedad siga tolerando la masacre. No hemos evolucionado casi nada desde aquella película en blanco y negro: detrás de demasiadas puertas (todos conocemos alguna), hay violencia física y psicológica ejercida por hombres/supuestos compañeros sobre mujeres, pobres y ricas, analfabetas y con carreras brillantes, y siempre el mismo miedo a sus espaldas. Y no son sólo las víctimas mujeres hechas y derechas (e izquierdas): en este país de triste figura hay cada vez más adolescentes que comparten días y cuerpos con novios modernos y teléfonos 'inteligentes' repletos de chats y de celos. Novios que gritan y pegan y aíslan, y luego se reconcilian (todos) en una idea del amor que no es amor: es un remolino de basura, una trampa sin happy end. Quince muertas de este tipo en lo que va de año, por decir algo (o cifras).

No habrá nada que celebrar hasta que las mujeres no estén remuneradas igual que los hombres en los mismos puestos de trabajo: según la Encuesta Anual de Estructura Salarial, «el salario medio anual femenino en la empresa privada era un 23 por ciento inferior al masculino, y en la Administración Pública, un 14 por ciento inferior». No habrá nada que celebrar hasta que las mujeres que llegan a puestos de responsabilidad en empresas, instituciones y entornos académicos no tengan que pasar por presiones y obstáculos diferentes y que, una vez arriba, no tengan que camuflarse en los patrones masculinos para poder respirar. No habrá nada que celebrar mientras el abuso sea una constante: un tercio de las mujeres europeas entre 18 y 74 años, unos 62 millones de personas, ha sufrido algún tipo de abuso físico, una de cada diez ha sido agredida sexualmente y una de cada veinte ha sido violada alguna vez en su vida, según la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (más cifras). No habrá nada que celebrar hasta que las mujeres no dejen de soportar a esas mismas espaldas la carga extra, casi invisible y casi obligatoria, de las tareas domésticas y el cuidado de la familia de forma unilateral o, en los mejores casos/casas, prácticamente unilateral, y que casi siempre conlleva el abandono o la posición en un segundo plano de su faceta creativa, social y profesional.

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No habrá nada que celebrar mientras políticos con ideologías trasnochadas quieran interferir en el derecho a decidir sobre el propio cuerpo: han de retirar el anteproyecto a la Ley del Aborto, es un retroceso hacia la interrupción clandestina del embarazo, peligroso para la salud, mortal. Las propias diputadas del Partido Popular tienen que rebelarse (algunas ya lo han hecho) contra este nuevo arrebato de violencia machista. Estamos, repito, en 2014, y los esfuerzos se han de centrar en una educación igualitaria en todos los ámbitos de los/las que un día serán jóvenes y tomarán precauciones en sus relaciones sexuales, le pese a quien le pese; se ha de exigir la asistencia sanitaria pública y gratuita, y no permitir la intención del ministro de Justicia: una prohibición hipócrita con acceso a úteros ajenos sin permiso.

No habrá nada que celebrar mientras, en muchos lugares del mundo, un ser humano del sexo femenino esté programado para casarse y ser madre antes de dejar de jugar con las muñecas o se sigan practicando salvajadas como la ablación o la lapidación. No, hasta que desaparezca la explotación sexual y el tráfico de mujeres. No habrá nada que celebrar hasta que la maternidad no deje de estar considerada como el único fin digno de una mujer, igual que la paternidad no es el único objetivo loable en la existencia de hombre. No habrá nada que celebrar hasta que la palabra conciliación deje de ser un concepto vacío, ni hasta que las políticas de países presuntamente desarrollados incluyan la legislación necesaria para conseguir una propuesta de futuro en equilibrio con la visión femenina: es, esta combinación, la única que podrá ofrecer un mundo más humano, más justo y más sostenible. Cuando se rompen las barreras se celebran las victorias, pero en lo que respeta a la situación de la mujer en el mundo, en este país, en esta isla, en la puerta de al lado, no hay, de momento, nada que celebrar.

(eltallerdelosescritores@gmail.com)