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VIERNES, 28
Termino «Tierra de nadie» (Salamandra) de Antonio Pennacchi, una formidable novela coral que narra el nacimiento y defunción del fascismo italiano a través de los avatares de la familia Peruzzi y sus veleidades de camisas negras ilusionadas con un hombre resolutivo como el Duce, al que habían acogido en su casa cuando solo era un valor emergente. Sorprende y no sorprende, como diría Es Diari, la credulidad y versatilidad de la gente de toda condición y en todo lugar. Fascistas más o menos fervorosos que al llegar los aliados se convierten a la libertad y a la democracia nada más ver los sacos de harina y las golosinas que traen los hasta ese día pérfidos invasores. Luego se harían comunistas para más tarde acabar votando a Berlusconi. O tempora, o mores!

Y hablando de tiempos y costumbres, cuán difícil se nos hace a los adolescentes de la vejez, acostumbrados al respeto a nuestros mayores y a la palabra dada, a la austeridad responsable, y a la codicia sostenible (o sea, una cosa que estigui bé), cuán complicado se nos hace, digo, navegar en las aguas turbulentas del donde dije digo, digo Diego, del olvido de nuestros benefactores de antaño y de la codicia desenfrenada que la emprende a engaños y navajazos si se tercia para alcanzar el botín… ¡Ay, aquellas bellísimas personas de antaño que se fueron para no volver! Decido ir al cine para escampar boires.

SÁBADO, 1
«Philomena», de Stephen Frears nos pone de nuevo ante el espejo. Allí, en la Irlanda de la película y de la historia narrada, que es real, fue Sor Hildergard, y en España tuvimos a Sor María, metáforas de la razón religiosa (fanática, en estos casos) frente a la humanitaria. Robo de niños, hijos de pecadoras que «no quisieron contener sus apetitos carnales», según la siniestra sor de la película. Una buena historia con un guión fílmico mediocre, con poca chispa, y una gran interpretación de Judi Dench. Debe verse.

Mañana de sábado en la Peixeteria escuchando jazz en directo y degustando, de la sabia mano de la Cuina dels Àngels un plato que se remonta a la noche de los tiempos y cuya receta ha adaptado Miguel Mariano del restaurante Ca n'Aguedet, las pilotes de peix amb mitja lliure de formatge fresc i un poc de pa i mesclat amb un poc d'herba sana, juevert ben tallat i amb una dotzena d'ous, deixant dos vermells i ben trempat amb espícies, safrà, clavells, un poc d'oli i un poc de pebre…

El sabor me evoca añejos ayunos y abstinencias, lavatorios de pies, capuchones de cofrade y oficios de tinieblas, ¡ay, esa magdalena de Proust!

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Y más cine, porque por fin una película logra noventa minutos de sonrisa permanente, porque vivir es fácil si cierras los ojos y recuerdas cómo eran las relaciones humanas cuando todavía no había irrumpido el turboconsumismo (Lipovetsky) con la peor de sus secuelas más allá de la economía de mercado, la sociedad de mercado, perfectamente caricaturizada por el maestro Scorsese en la excesiva pero vibrante «El lobo de Wall Street», reverso de la moneda de la historia que nos narra con no menos maestría David Trueba en «Es fácil vivir con los ojos cerrados», sobre unos tiempos en que el Mercado todavía no había subido a los altares y aún existía la confianza mutua y el respeto reverencial al maestro, aunque sea un loco seguidor de John Lennon.

DOMINGO, 2
¿Le darán una oportunidad a la diplomacia en Ucrania?... ¿O ganarán los partidarios de políticas «sin complejos», de aquellas en las que se ponían los pies sobre la mesa y se invadía un país por un quítame allá esas armas de destrucción masiva…

Preocupación doméstica por las anunciadas revisiones personalizadas de proyectos urbanísticos, plasmada de forma genial por Zaca en su dibujo dominical en que President y consellera sacan un ladrillo de la chistera. Seny, seny, seny… ¿Le darán una oportunidad o se impondrá el carajillo party dispuesto a reactivar manu militari la economía?

LUNES, 3
El mundo está hecho un polvorín, pero en mi infinita irresponsabilidad me dedico con ganas a ver en Canal + el resumen de la noche de los oscars, como vengo haciendo desde tiempo inmemorial, en un rito similar al del concierto vienés de Año Nuevo o a la final de la Champions (excepto si la juega el Real Madrid, mi religión es inflexible en este punto)…

Me alegro por Woody Allen vía Cate Blanchet, un portento en «Blue Jasmine» y brindo por Mattheew Mc Conaughey, quien demuestra que el hombre puede cambiar y alejarse del parque temático de la banalidad en el que venimos chapoteando los humanos. Una lagrimita por Leonardo di Caprio a quien se le niega reiteradamente una estatuilla que ha merecido sobradamente en varias ocasiones. Así de caprichosos son esos dioses del celuloide, capaces de hacernos soñar y olvidar zozobras.