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Esta semana he vivido una performance entre mística y paranormal: he pasado con mi familia unos días en una casa de campo con chimenea, pero ¡sin! conexión a internet.

Si he de hacer balance de esta conducta de riesgo, confesaré que a pesar del síndrome de abstinencia que por momentos hemos vivido, la experiencia no ha sido del todo negativa, pues hacía mucho tiempo que no disfrutaba de sobremesas familiares sin interferencias procedentes del wasapeo filial.

Además he gozado del impagable privilegio de pasar cierto tiempo, que en este sentido se me ha hecho cortísimo, sin escuchar las tonterías que estoy seguro habrán pronunciado en mi ausencia el increíble Floriano y el tan didáctico como previsible Gonzalez Pons; ni sufrido la desconcertante amnesia de Valenciano; ni experimentado durante este paréntesis la sensación de estupor que me suele producir la inquietante actividad del Ministro de Industria, Energía y Turismo, quien viene demostrando cordialmente con sus desatinos la profunda desorientación que le asiste en las tres importantes áreas que Mariano le ha asignado para que yerre a sus anchas.

Alguno se asombrará quizás de mi insistencia en descalificar a ciertos miembros de la clase política. Tengo mis razones: según mi criterio hay suficientes motivos para el reproche, ya que desatienden, ya sea por ineptitud, ya por costumbre, ya por imperativo de sus superiores jerárquicos (los dineros) nuestros intereses de la manera más descarada posible, esto es, sin parar de darle a la lengua con argumentos falaces, promesas sin ánimo de ser cumplidas , mentiras recurrentes, balones fuera (y tú más), infantiles recitales de consignas aprendidas en maitines, amenazas de que viene el coco, enrevesadas justificaciones de lo injustificable y en fin un variado repertorio de trucos casposos hasta lo indecible.

Sin embargo no meto en el mismo saco a todos los que se dedican a la política. En los niveles más cercanos al ciudadano he conocido y conozco personas que considero honradas e interesadas en hacer bien las cosas. En el ámbito que me atañe de manera más primaria (Ayuntamiento mahonés), apuesto a que tanto los miembros del gobierno municipal como los de de la oposición actual pertenecen a ese grupo de individuos honestos que se empeñan en aplicarse con decoro, a veces incluso con entusiasmo, a su función.

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Si algo me incomoda sin embargo en estas personas, a las que por otra parte respeto, es que pertenezcan ( y se deban) a partidos que han demostrado con creces no merecer nuestra confianza; partidos que además de estar infectados por el virus de la corrupción, translucen una y otra vez que su horizonte se limita a las próximas elecciones, mientras entre comicio y comicio su máximo interés radica en colocarse a codazos (a genuflexiones si hace falta) en las listas, sin que nuestras cuitas les conmuevan en el fondo lo más mínimo.

Pocos en la parroquia pepera defenderían públicamente las chuscas maniobras de, por ejemplo, un Berlusconi, y sin embargo admiten sin chistar en su club a Zaplana, quien sin llegar a tener la inteligencia para los negocios del cavaliere, si podría competir con él en zafiedad ondeando su emblemático estoy en política para forrarme, curte aunque substancioso lema jamás afeado por sus colegas de partido.

En el otro bando, el enorme marrón andaluz se substancia para el clan socialista con la orgullosa proclamación de la generosidad de Griñán al dejar la presidencia en manos de una nueva gladiadora que limpiará el patio, obviando que la flamante estrella estaba ya en la casa, cobrando, mientras ésta se llenaba de basura.

¿Nadie en el PSOE menorquín encuentra nada que objetar al gobierno que compartieron (es un decir) con Tuni Allés, oficiando ella (con autoridad) de losa plenipotenciaria?

¿Nadie en el PP menorquín tiene nada que reprochar al líder de su partido cuando miente sobre mentiras (como quien llueve sobre mojado) en el affaire Barcenas/Gurtel?

Me gustaría poder votar a gente que se sienta libre ( y sea capaz intelectualmente) de desaprobar conductas reprochables. Quizás las listas abiertas, como predica Monago en el desierto, ayudarían en esta utopía.