Hacía tiempo que no pisaba una iglesia y creo que era la primera vez que entraba en una evangelista. Lo que me llevó allí, a Maó, fue un concierto de Som Gospel a favor de la Plataforma d'Afectats per la Hipoteca de Menorca. Los bancos de la iglesia (nada que ver con los otros bancos) estaban llenos; aunque mucha más gente habría acudido a este concierto de entrada libre (a cambio de donativo, para que cada uno pudiera colaborar en la medida de sus posibilidades) de haberse publicado el evento a tiempo en el diario o en cualquier otro medio. Estas cosas pasan y lo sé por experiencia, pero no te das cuenta de lo importante que pueden ser unas líneas impresas hasta que no vives las consecuencias en directo.
La cita, dirigida por una mujer llena de energía, que canta aun cuando no está cantando, Anna Ilari, tuvo mucho de gospel, claro. Un coro en armonía y alguna voz solitaria sobresaliente, viajaron a través de esos cánticos de raíces afroamericanas surgidos, como explicaba Ilari, en momentos de dificultad; pero también tuvo mucho de reivindicación, de protesta, de esperanza, de sí se puede. Estos ritmos nacidos como vías de escape contra la esclavitud vuelven a estar vigentes contra otro tipo de condena en estos tiempos de capitalismo inhumano: la esclavitud que ejercen unos cuantos poderosos, una casta que congela, por ejemplo, el salario mínimo en 645 euros mientras se embolsan ellos, de forma individual, decenas de miles de euros al mes entre sueldos procedentes de las arcas públicas, sobres y otras prebendas. La esclavitud viene también de la mano de los bancos, que arrebatan a la gente sus casas al no poder pagar las hipotecas basura, con cláusulas abusivas y tasaciones irreales, con el beneplácito y las leyes favorables de quienes nos han gobernado y nos gobiernan, para dejarlas luego vacías, rotas, sin vida o venderlas a los fondos buitres: fondos de inversión extranjeros que están comprando, con nula transparencia y todo tipo de favores de la casta, las viviendas en algunos casos incluso de protección oficial, a los bancos (malos y buenos) y a los ayuntamientos con descuentos de hasta el 70 por ciento para alquilarlas luego o venderlas a corto plazo e ir creando así, de paso, otra burbuja inmobiliaria. Los mismos nombres del crash de 2008, Goldman Sachs y compañía, siguen rentabilizando la ruina de la mano de políticos españoles e hijos, como José María Aznar Botella y amigos S.A. Gangas en economías hundidas por ellos mismos. Jugada redonda.
Ante tantas injusticias y durante estos años de ver la cara B de este modelo depredador, asociaciones como la PAH han conseguido que entidades bancarias, presionadas por el movimiento ciudadano, lleven a cabo en algunos casos la dación en pago de la vivienda y/o el alquiler social, que deberían estar estipulados por ley pero ni PP ni PSOE, buitres ellos mismos, se atrevieron a llevar adelante. La PAH es la mejor muestra de ese 'sí se puede' que van contagiando en su defensa del derecho a una vivienda digna. También han conseguido que algunos ayuntamientos catalanes se sumen a su iniciativa de multar a las entidades bancarias que tengan pisos vacíos durante más de dos años en lugar de sacarlas al mercado inmobiliario en forma de alquiler social: en España se calcula que hay 3,4 millones de viviendas vacías.
La esclavitud también late en los recortes en derechos y en libertades, con sus leyes mordazas de inseguridad ciudadana que intentan impedir que colectivos como la PAH o el sector educativo, que no ha tirado su camiseta verde y sigue tratando de imponer el sentido común ante la dictadura de la casta, protesten ante quien haga falta. Quieren cerrarnos el pico, apagar un futuro más sostenible y seguir construyendo sin obstáculos, con el dinero (el suyo) como única bandera, este modelo salvaje de destrucción masiva de la justicia y la paz social, de la lógica y el medio ambiente (ojo con las prospecciones petrolíferas con las que quieren derrotar a nuestro mar Mediterráneo y que afectará a Balears: esto dará para otro día). Pero como dejó claro Anna Ilari en los paréntesis del concierto, entre todos podemos cambiar las cosas. Basta por empezar cambiando uno mismo. La PAH va a cumplir dos años en Menorca y no quiere celebrar el tercer aniversario. No va a ser fácil, porque el marco legal protege a los que quieren casas vacías y bolsillos llenos. Pero la casta no las tiene todas consigo porque ya está, Gamonal y la PAH mediante, más que comprobado: sí se puede.
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