Vamos, querido lector, no se engañe más es usted un número, un simple y sencillo número. Y da igual que se autoproclame de letras y no de ciencias como se decía antiguamente, o que se considere un gran lector, o que le aburran las matemáticas y pase bastante de los estadistas y de los economistas por razones evidentes, se ponga usted como se ponga no dejará de ser un número.
Es un número en su carnet de identidad, de conducir, en su pasaporte, en su tarjeta de la seguridad social. Puede que tenga el número trescientos de algún carnet de socio de un club deportivo, o el número dos mil de algún colegio profesional, o que sea el parado tres millones, o el vecino del quinto, o uno de los diez mil que fue a una manifestación, o uno de los doscientos que fue a otra, o conozca a alguien que es el inmigrante número cuatro mil, o está en el número seiscientos de la lista para operarse, o se siente sencillamente un cero a la izquierda.
Pero no nos conformamos con ser números nos encanta rodearnos de ellos y darles las riendas de nuestras vidas, por eso tiene un pin nuestro móvil, una clave nuestro ordenador, una contraseña la tablet. Nuestro coche lleva una matrícula y un número de bastidor, nuestra nómina, o la prestación por desempleo, unas cantidades cada vez más ridículas a percibir, sin embargo el IVA, el IRPF y los impuestos que pagamos unos números cada vez más escandalosos. Las horas de descanso son cada vez menos, las horas de la explotación y la precariedad son cada vez más.
Quizás conozca un niño que es el número cuatro mil de los dos millones y medio a los que condenan a la pobreza y la desnutrición en este país, o por el contrario conozca al político que será el número «tropecientosmil» implicado en algún caso de corrupción, o tenga noticias del gran empresario que es número veinticuatro de la lista de ricos que elabora la revista Forbes, y que a su vez sea el que explota a miles de bangladesíes haciéndoles trabajar en sus talleres dieciocho horas al día por diez dólares de sueldo cada mes.
Es un número en su banco, es un número para su gobierno, es un número para el FMI, es un número para la CEOE, es un número para los economistas al servicio de los que reparten el bacalao, es un número como la prima de riesgo, como el dato de la inflación, como los datos del crecimiento… ¡perdón! he dicho crecimiento con tanto número me he hecho un auténtico lío. Es usted un número como los tres mosqueteros o los cinco miembros del grupo Parchís, recuerden que el niño dado era uno más y tenía los números del uno al seis, vaya suerte.
Este mismo artículo es un número, aunque esté lleno de letras, porque saldrá cada siete días y tendrá unos tres mil quinientos caracteres contando los espacios en blanco, para que luego digan que los votos en blanco no cuentan.
Para terminar quiero recordar un viñeta de El Roto, donde dos señores muy a lo Fabra, ex presi de la Diputación de Castellón y famoso por inaugurar aeropuerto sin aviones y criar hijas diputadas muy mal habladas, recuerden el «que se jodan» que le soltó a los parados, pues eso, dos fabritas con gafas ahumadas y trajes grises recién planchados discutían la estrategia a seguir y uno le decía al otro: «Creo que detrás de los números hay personas», a lo que el segundo respondía: «Pues que se aparten».
Sin duda El Roto clavó la viñeta, ahora ustedes, de cero a diez ¿qué notan se ponen? Vaya fastidio, más números.
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