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No conozco de otro lugar que desinhiba al personal femenino como la playa. Embadurnados de cremas protectoras contra las maldades del sol se muestran los cuerpos liberados de pudor, de gloriosas anatomías, en la vecindad de otros cuerpos de proporciones abundantes; anatomías sobredimensionadas con muchos kilos de más. En esto hay pluralidad de sexos. Alguno y algunas lo justifican diciendo que tienen el hueso ancho, en algunos casos, yo diría que más que ancho, desparramado. Con todo, nadie parece hacer caso a nadie; el personal está a sus cuidados.

Me acuerdo que en el pasado siglo de donde vengo, en la playa Grande, que no es grande de tamaño pero sí de belleza, esa cala tan vecina de la población que bien podría decirse que es una playa urbana, donde antaño la chiquillería de Ciutadella aprendíamos a nadar. En esa coquetona cala, ya digo, recuerdo que solía haber un policía municipal que velaba por "el decoro y las buenas costumbres" impuestas de la época. Recuerdo que una mañana de un caluroso agosto, aquel policía llamó la atención a una pareja por darse un beso ¡qué tiempos aquellos! El policía era conocido como En Barceló. También me acuerdo del primer bikini que vi en la playa de Santandría; fue como quien ve lo nunca visto. Por cierto, a lo largo y ancho de la España de sol, playa y chiringuito, no fueron pocas las turistas que acabaron en un cuartelillo de la guardia civil, por "atreverse" a llevar un bikini. La autoridad, autoritaria siempre y predispuesta a prohibir lo que luego la libertad de cada cual, agavillada por una imparable multitud, acabaron por desautorizar. Hoy no causa ningún tumulto ni desorden, ver en una playa un 'top-less'. El personal en su libertad, se ha despojado de ridículos prejuicios, y eso, que en ese sentido del pudor, veníamos de arrastrar unas quiebras decimonónicas.

Hoy en la playa como si fueran normas de obligado cumplimiento, el personal permite y admite un generoso plus de libertad anatómica. 'Top-less' que ignoran por completo que Isaac Newton tenía razón. Les garantizo que llamaría mucho más la atención una pareja bien vestida. Él de traje y corbata, ella de Balenciaga, Pertegaz o Patricia Avendaño, como aquella mañana que venía yo teleobjetivo en ristre, de fotografiar unos chorlitos entre Rota y Costa Ballena (Cádiz), y en uno de los llamados corrales de pesca, que otrora idearon los romanos, me di de bruces, como si estuviera aún en el sueño del amanecer, con una novia vestida de novia (debía de ser una modelo para una cosa publicitaria) arremangándose el precioso vestido, pero dejando flotar sobre las cristalinas aguas, la larga cola del vestido nupcial. Me olvidé de los chorlitos y de aquel sueño para saber que no lo soñé, conservo una docena de preciosas fotografías.

¿Ven lo que les quiero decir? Un 'top-less' no arrastraría hoy ni de lejos, el grupo de personal que en aquellas primeras horas del amanecer, unió boquiabiertos para ver una novia tomando un baño de mar vestida de novia a los paseantes del amanecer.