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Julián guardaba en un cajón de su despacho dos papeles, uno que le otorgaba la condición de jubilado y s otro que la suspendía por su condición de cargo público. El jueves se quedó solo con el primero, poniendo fin a una larga trayectoria vinculada a la educación. No fue una sorpresa su adiós. Por eso tenía los dos papeles tan a mano. Se intuía su marcha, cansado como se le veía por el hecho de tener que sumar a los problemas propios de una gran comunidad como la educativa, que no son pocos, los sobrevenidos por una brega política que piensa más en cuestiones ideológicas y de clientelismo partidista que en los más pequeños. Julián es algo tosco en las formas, gesticula, exclama, lo que genera una primera impresión que nada tiene que ver con su buen fondo y su enorme humanidad. Por eso, sé que Julián lo pasó muy mal el jueves, tanto por el papelón de tener que actuar como verdugo de tres directores ante decenas de indignados compañeros (de los directores y suyos, como maestro que es) como por su precipitado, solo por unas horas, adiós. No es que le sean extrañas las situaciones complicadas. Fue director del CP Sa Graduada en una época nada sencilla, y allí había conflictos, algunos peliagudos, a diario. Pero eran cosas claras. Una pelea, una insumisión ante las tareas, una gamberrada... No había intereses políticos que se gestan en despachos de estrategas y pactos ocultos, donde importa un bledo si los alumnos saben o no inglés. Esta ha sido su piedra en el zapato. Él no sabe maquinar vendettas ni abrir expedientes sin dar la cara, él nunca aviva el fuego, él educaba, enseñaba, e imponía disciplina de una forma muy peculiar, única, sin dejar nunca de lado el sentido del humor, en el aula más meridional del piso superior de un ya entonces vetusto colegio. Julián, descansa y disfruta tranquilo de Gareth Bale.