TW
0

Eureka! ¡Por fin hemos dado con la fórmula fetén!

Tras constatar el fracaso de un número indeterminado de infructuosos tanteos, ha debido ser AENA quien encontrase un campo tan inédito como idóneo donde recortar gastos que de otra manera (de no haberse producido el genial hallazgo), quizás hubieran acabado detrayéndose absurdamente de otros capítulos irrenunciables, como el mantenimiento del status de cargos políticos y asesores adosados a ellos (como lapas, oiga) en la nómina del estado. La idea es brillante, ya lo adelanto:

Resulta que el estado del regulínstar (antes bienestar) estaba gastándose unos dinerillos injustificados en mantener en el Aeropuerto de Menorca un botiquín; ya saben, una chorrada consistente en un grupo de sanitarios con su equipamiento y toda la vaina, dedicados a atender posibles percances o accidentes entre los viajeros y el personal del Aeropuerto. Pues bien, la genialidad consiste en que, una vez despedidos los sanitarios (a tomar por saco, que estas cosas cuanto menos ceremonia consuman en palabrería mejor), se ha impartido un cursillo EU (extreme ultrarapid) de primeros auxilios al personal residual que tras la criba sigue pululando por allí, de manera tal que en un par de días o un par de horas, que no sé muy bien la cifra exacta, se les ha instruido y (según AENA) capacitado para atender diversas urgencias médicas, desde un parto de nalgas hasta darle caña con un desfibrilador a un moribundo, ya que tras el cursillo manejarán el aparato con la misma destreza que si de una lavadora Balay se tratase.

No me digan que no es genial. Con solo que lo piensen un minuto se darán cuenta de las repercusiones que tal hallazgo puede suponer a la hora de ahorrar un pastón en otra serie de servicios perfectamente prescindibles, para poder dedicar esos recursos a las diputaciones o los coches oficiales, las embajadas de las comunidades o sueldos para los directores de aeropuertos peatonales (por poner solo unos ejemplos que no pretenden abarcar el impresionante abanico de maravillas que se pueden hacer con la pasta ahorrada), en caso de que ampliáramos el criterio a verbigracia…. ¡los bomberos!

Qué idiotez gastar tanto dinero en personal y equipos contra incendios, teniendo tan cerca la plantilla de jardineros, que bien instruidos en un cursillo acelerado de un par de horitas podrán operar con toda solvencia utilizando sus mangas de riego en el improbable caso de que se declare un fuego en el recinto aeroportuario.

Por otra parte, el personal de limpieza podría echarle un vistacillo (que no cuesta nada) a las aeronaves para detectar posibles problemas en el fuselaje, ver si las ruedas están deshinchadas, o chequear si pierden aceite; eso sí, comandados en este caso por un mecánico de la Renault (que cobraría por horas), dada la trascendencia de la misión.

Mi amigo Juanjo me sugiere desde Australia ampliar el mecanismo ahorrativo a la escuela pública: se brinda a impartir un cursillo de tapas a los alumnos, de manera que puedan estos producir ellos mismos su almuerzo.

Esto demuestra que a veces tenemos las soluciones a la crisis delante de las narices y no somos capaces de verlas. Los árboles nos impiden ver el bosque.
-Nota supletoria: Toda vez que varios amigos han interpretado alguno de mis comentarios en recientes artículos de manera distinta a la que deseaba transmitir, me precipito a aclarar un par de cosillas:

Me declaro contundente conservacionista de la isla de Menorca en el sentido de que juzgo como un importante logro (una bendición) la preservación de sus espacios vírgenes, el cuidado del campo insular y el respeto a la estética de la arquitectura popular (de la que soy un enamorado). Soy partidario de mantener el encanto que de por sí tienen los enclaves que se han salvado del desastre de la vulgarización y la explotación irracional. Detesto la balearización.

Opino también (y sin caer en ninguna contradicción, creo) que se han sucedido demasiados rechazos (con muy malas artes además) a proyectos de personas sensibles medioambientalmente y de buen gusto que pretendían rehabilitar predios o emprender más ambiciosas actuaciones que hubieran mejorado tanto el aspecto como la economía insular.

Sostengo así mismo que se ha permitido ( ¿o estimulado?), también con malas artes en muchas ocasiones, la destrucción de la idiosincrasia de lugares únicos debido a la concesión de permisos absurdos e injustificables.

Pienso sinceramente que se han dejado arruinar edificios sin ningún provecho ni para la comunidad ni para nadie, excepto para los que han vivido (y viven) de levantar o bajar graciosamente su pulgar en plan Diocleciano.