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La ciudad de Marsella está hoy levantada por obras. Las hay en todas partes. La clásica puerta de entrada de la inmigración a Europa desde el norte de África, cercano Oriente y de todos los países árabes se está remodelando y lavando su cara. Su famoso Port Vieux está irreconocible. Conducir hoy en la ciudad es casi imposible. El GPS enloquece ("recalculando, recalculando, recalculando). Todo son direcciones cortadas, cambios de sentido y desvíos.

Marsella ha tenido fama de ser el centro de mayor delincuencia de toda Francia. Sede mafiosa (buena parte del cine negro francés de los cincuenta y sesenta está referido y rodado allí) sigue siendo hoy una ciudad inquietante. Un 40 por ciento de población inmigrante le da una imagen abrumadora multicultural no siempre positiva. En los sesenta acogió a una multitud de "pieds noirs" que huían (se repatriaban) de la guerra de Argelia.

A Marsella se la conoce, entre otras cosas, por su famoso y excelente jabón, por ser la ciudad donde se originó "La Marsellaise" (himno francés), por ser la cuna del "Pastis" (ese discípulo de la absenta) y por difundir el famoso plato de la bouillabaisse. El mejor restaurante para degustarla es "Chez Michel" (60 euros sin vino) justo frente de la "plage des catalans" a las afueras del puerto (¿es caro si lo comparamos con los casi 90 euros que piden en Menorca por una caldereta de langosta?).

Pero Marsella es también, junto a Arlés y Aix-en-Provence (donde reina la sofisticación y la moda -200.000 estudiantes en sus sedes universitarias-) la principal ciudad de la famosa región de la Provenza donde el elitismo de la Costa Azul se combina con la autenticidad del interior.

Su litoral recuerda mucho a Menorca. Un menorquín puede sentirse perfectamente en casa. Olivos, pinos, piedras calcáreas, marés, etc. se unen a un paisaje rural plenamente mediterráneo (viñedos, caballos, ganado vacuno -aunque no holandés- acebuches, quesos, plantas medicinales, etc).

Para nuestra isla la zona tiene la referencia histórica de la cercana Toulon de donde partió en 1756 la expedición militar francesa que, al mando del almirante La Galissonière y del Mariscal Duque de Richelieu, conquistó Menorca al gobernador británico W. Blakeney, acontecimiento que causó, después, y en un juicio al parecer injusto, el fusilamiento en Portsmouth del almirante John Byng.

Más recientemente Marsella fue también referencia nuestra por ser la base de donde salían aquellos hidroaviones que amerizaban en la bahía de Fornells durante la Guerra Civil española para abastecer de medicinas a los menorquines. Mi abuelo Juan Gomila Borrás fue el responsable de la benemérita entidad "Socorro Rojo" que coordinó aquellos vuelos y alivió el dolor a muchos menorquines.

En la Provenza el latín se transformó en lengua provenzal, el occitano, que después se expandió y evolucionó por la costa mediterránea española adoptando características y nombres propios en los diferentes territorios.

Historia, naturaleza, gastronomía, amabilidad y paisaje se conjugan en la Provenza para sumar una oferta irresistible para el turista. Y, excluyendo zonas elitistas, todo a precios normalmente moderados. Menorca debería aprender de la Provenza. Tenemos sus mismos atractivos, una geografía y un clima similar. ¿Qué nos falta? Buenas comunicaciones, amabilidad y buena disposición hacia el turismo y recato en los precios (no se puede pretender vivir todo el año con los ingresos de dos meses. No vale clavar). No estaría mal tomar a la Provenza como ejemplo ¿no?

Nota
Ayer cumplieron años Ague, la alcaldesa de Mahón, y mi querida amiga, la elegante condesa que vive en Binixíquer. Felicidades.